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La Iglesia somos todos: El paraíso fiscal de la Iglesia católica

¿ Cuales son los países más corruptos de Europa según el ranking de Transparencia Internacional?

Portugal, Italia, Grecia, Irlanda y Malta.

Una característica que comparten todos estos países es que todos son católicos romanos, salvo Grecia, que es ortodoxa, una religión prima hermana del catolicismo.

PIGS es el acrónimo despectivo con el que ciertos medios anglosajones se refieren a los países del sur de la Unión Europea: Portugal, Italia, Grecia y España (Spain en inglés), para subrayar sus problemas específicos: corrupción, déficit incontrolado, contracción económica, desempleo galopante, endeudamiento, burbuja inmobiliaria, derrumbe de sus emisiones de deuda y, sobre todo, mentira y falseamiento de las cuentas.

Tras la crisis de 2008, se sumó Irlanda, y ahora el acrónimo PIIGS se escribe con dos íes.

Max Weber en su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo establecía la inferioridad del cristianismo romano respecto al protestantismo para construir economías capitalistas solventes. Este sociólogo afirmaba:

El mundo protestante es más exitoso económicamente que el católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y apego permitido a lo material […]. El católico es conformista y prefiere la seguridad, mientras que el protestante se atreve con el riesgo. La Iglesia católica castiga al hereje, pero es indulgente con el pecador. El protestante pone el énfasis no en la confesión, sino en la conducta. Cualquier fabricante sabe que es la falta de conciencia de los trabajadores de países como Italia uno de los obstáculos de su evolución capitalista y de todo progreso.

Weber se refiere aquí a un tema de rabiosa actualidad en la Unión Europea: la menor laboriosidad y productividad de los países del sur, y el escandaloso absentismo laboral. Según Weber, el protestante no considera el trabajo un castigo. Los católicos, en cambio, creen que se trata del máximo castigo de Dios por el pecado original, el que supuso la expulsión del Paraíso, donde no era necesario trabajar.

«El católico se confiesa y redime sus corrupciones morales y económicas, pero el protestante debe enfrentarse a su propia conciencia, que es más exigente. Es así como los calvinistas incorporan la pureza y la ética moral al trabajo y a la economía. Y una de las principales causas que produce la diferencia entre la Europa del norte y la del sur»

Simplificando las tesis de Weber, el grueso de países católicos y ultracatólicos tienden a corromperse porque no tienen unos valores sociales más allá del «peca, que luego Dios te perdona». Los católicos pueden recurrir a la confesión, de forma que no viven atemorizados por la mirada divina: cualquier pecado —el asesinato incluido— es redimible, lo que se traduce en una moral más laxa.

En cambio, si un protestante peca, no hay vuelta atrás.

Por lo tanto, para los protestantes el mensaje es otro: «esfuérzate para ganarte a Dios y si pecas no tienes posibilidad de arreglarlo, por mucho arrepentimiento o contrición que sientas luego». Los protestantes tienen una ética del trabajo mayor, porque se supone que Dios recompensará al más hacendoso y castigará al holgazán. Y al corrupto, por supuesto, que no ha conseguido lo que tiene mediante el esfuerzo.

La ética católica, al contrario, se centra más en la moral sexual.

Precisamente, el gran problema de los países católicos es que fuera del catolicismo hay un gran vacío existencial: el concepto del honor tiene más que ver con la castidad de la mujer que con el valor de la palabra dada.

Idéntica tesis sostenía Amintore Fanfani en su libro Catolicismo, protestantismo y capitalismo en el que afirmaba que «hay un abismo infranqueable entre la Iglesia católica y la concepción capitalista de la vida».

Diarmaid MacCulloch, catedrático de Historia de la Iglesia en la Universidad de Oxford, autor de la Historia de la cristiandad, considera razonables los argumentos de los dos sociólogos. «Los colectivos son más proclives que los individuos a pasar por alto algo que sucede delante de sus narices», ironiza.

En España, los presidentes del Gobierno y sus ministros, incluso los tachados por el Vaticano de «laicistas furibundos» (como José Luis Rodríguez Zapatero), juran su cargo ante un crucifijo y la Biblia abierta por el Pentateuco, el llamado Libro de los Números.

Las medidas de austeridad impuestas a los italianos por el Gobierno del tecnócrata Mario Monti (bien arropado por ministros católicos, como Andrea Riccardi, hagiógrafo de Juan Pablo II y fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, uno de los nuevos movimientos del catolicismo romano), excluyen de todo sacrificio a la Iglesia católica. El plan de ajuste asciende a 30.000 millones de euros, de los que buena parte proceden de un nuevo impuesto inmobiliario. Si la Iglesia católica italianalo tuviera que pagar, Monti tendría 2.500 millones más.

En España, la Iglesia no paga el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI), pese a ser la segunda propietaria inmobiliaria después del Estado.

Y que yo sepa, en Grecia tampoco.

La Iglesia católica posee unos cien mil inmuebles en España. Si pagara el IBI se recaudarían unos 3.000 millones de euros. (Algunos medios hablan de 5 millones, otros de 3.000 millones. )

Suficientes para salvar la sanidad española.

Para que la Iglesia tuviera que pagar 3.000 millones debería disponer de un patrimonio inmobiliario de un billón de euros. Probablemente dispone de él. (De todas formas, hago constar que se trata de un dato muy discutido, y que el lector puede disentir o investigar por su cuenta.)

La Iglesia ha aducido a menudo que no se debe gravar a la institución que más está ayudando a los que están pagando los platos rotos de la crisis, a través de Cáritas y de su red de parroquias, comedores y centros asistenciales extendidos por todo el territorio nacional.

Pero lo cierto es que Cáritas, si bien es una ONG que se llama a sí misma católica, no se sostiene con fondos de la Iglesia, y así lo deja bien claro y lo explícita en su web.

La parte de recursos más importante de Cáritas Española es la que procede de donaciones privadas. Cáritas cuenta con financiación procedente de las diferentes Administraciones españolas y de la europea.

En primer lugar, debemos mencionar la financiación procedente de las entidades locales (principalmente de los ayuntamientos) y, en especial, la que corresponde a las comunidades autónomas.

Por lo tanto, queda clarísimo que la Iglesia católica no subvenciona Cáritas.

También es cierto que la Iglesia no paga el IBI por los numerosos inmuebles que no tienen un fin social y no lucrativo, como pisos, bajos, garajes, etc.

En Grecia, Italia y España, las jerarquías religiosas viven en un clamoroso paraíso fiscal, pese a la enorme crisis y pese a que la población está viendo cómo le suben los impuestos.

En el fondo —en el marco de la igualdad de trato constitucional y de la no discriminación por razón de las creencias— subyace la pregunta de qué es lo que tendrían de especial los difererentes credos para que deban tener un trato de privilegio respecto a otras convicciones filosóficas, agnósticas o ateas. Qué plus añade a cada persona su fe como para que deba convertirse en ciudadan@ susceptible de ser privilegiad@ por el Estado.

Los acuerdos entre Iglesia y Estado de 1979 obligan a éste a «colaborar con la Iglesia católica en la consecución de su adecuado sostenimiento económico», conceden a la Iglesia «exención total y permanente» de todos los impuestos y le aplica todos los beneficios fiscales de cualesquiera leyes que se hagan, siempre que se «modifique sustancialmente el ordenamiento jurídico-tributario español».

Recientes investigaciones de Ludger Wössmann y Sascha Becker, profesores de Economía de la Educación en la Universidad de Múnich, señalan que las regiones alemanas protestantes eran (son) de promedio más ricas y desarrolladas que las católicas, y también tenían (tienen) mayor nivel de escolarización de mujeres.

En España, las tasas de paro más altas, por encima del 30 por ciento, se concentran en las regiones más católicas, si sirve para medir la religiosidad el porcentaje de contribuyentes que coloca la equis en su declaración de la renta pidiendo que Hacienda desvíe el 0,7 por ciento de su cuota fiscal para pagar los salarios de obispos y sacerdotes.

Andalucía y Castilla-La Mancha duplican el porcentaje de País Vasco y Cataluña.

Este mal llamado «impuesto religioso» lo pagamos en realidad todos, pese a que los obispos sostengan que son sus fieles los que tributan por este concepto.

Pero el católico español no añade un euro a lo que debe pagar. Es Hacienda quien deduce ese 0,7 por ciento de su cuota.

Es decir, en la práctica, el sostenimiento del clero católico corre también por cuenta de ateos, agnósticos, protestantes, judíos, musulmanes, budistas, adventistas del séptimo día, testigos de Jehová y todos los etcéteras que quieran añadirse.

Porque si yo fuera judía y quisiera que mi sinagoga reciba dinero, lo tendría que pagar de mi bolsillo.

Sin embargo, la Iglesia católica absorbe más de 10.000 millones de euros de los recursos públicos, más del 1 por ciento del producto interior bruto (PIB).

Italia confirma también las conclusiones de Wössmann y Becker, con un añadido: allí está demostrado que el norte, más rico pero menos religioso, es menos corrupto que el sur, donde la tradición católica está más arraigada. El sur, como todos sabemos, es el territorio de la mafia.

Dicho esto, quiero dejar claro que yo soy bautizada católica, me eduqué en la fe católica y, por lo tanto, puesto que no he hecho apostasía, me sigo considerando católica.

La Iglesia católica no está sólo representada por el ala más fundamentalista de la Iglesia vaticana, que es la que actúa en España. Existen también la teología de la liberación o los cristianos de base. Y por supuesto, en el Reino Unido, Francia, Austria y en menor media en otros países europeos hay muchos católicos y su Iglesia se sostiene allí perfectamente sin ayuda del Estado.

Pero una cosa son las tesis sociológicas y otra los hechos irrefutables. Lo que está estadísticamente comprobado es que hay más corrupción en países con religión católica que en países con religión protestante.

Ahora lo que habría que debatir es ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿La religión promueve la corrupción o ciertas religiones arraigan mejor en países con unas lógicas culturales previas?

Food for your thoughts, que dicen los ingleses. Yo ahí lo dejo.

 ROMA. 14/02/2015.- El ministro del Interior Jorge Fernández Díaz (d) charla con el cardenal Ricardo Blázquez (i) y con el arzobispo Castrense Juan del Río Martín (c), durante la recepción celebrada esta tarde en la embajada española ante la Santa Sede. Hoy el papa Francisco creó cardenal al arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez. EFE/Antonello Nusca.
ROMA. 14/02/2015.- El ministro del Interior Jorge Fernández Díaz (d) charla con el cardenal Ricardo Blázquez (i) y con el arzobispo Castrense Juan del Río Martín (c), durante la recepción celebrada esta tarde en la embajada española ante la Santa Sede. Hoy el papa Francisco creó cardenal al arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez. EFE/Antonello Nusca.
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