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Denuncia abuso sexual del cura: “Que no vuelva a hacer lo que me hizo”

La historia de cómo el cura Luis Brizzio fue apartado de la Basílica de Esperanza cuando un muchacho que participaba en Acción Católica lo denunció veinte años después como su abusador.

El denunciante vio fotos recientes de Brizzio con adolescentes y no quiso “ser cómplice”

El encubrimiento de la iglesia en tiempos de Storni

Andrés (el nombre fue reemplazado) tenía entre 16 y 17 años cuando se unió a los grupos de Acción Católica de Jóvenes, en Gálvez, coordinados por el párroco Luis Brizzio. Lo que vivió en esa época había quedado guardado en su memoria. A los 18 años se fue de su ciudad, pero algo reverberó a fines del año pasado, cuando sintió que habían pasado “20 años de encubrimiento”, que lo llevaron a googlear el nombre del cura. Cuando encontró una foto en la que Brizzio estaba rodeado de adolescentes, se inquietó y envió correos electrónicos con el relato de su historia a todas las direcciones del Vaticano que encontró en la web. Brizzio fue apartado de la Basílica de Esperanza por el Arzobispado de Santa Fe, acusado de abuso sexual. “Sentí cierta responsabilidad y me sentí cómplice por darle la posibilidad de que vuelva a hacer lo que me hizo”, señaló el muchacho cuya identidad se preserva, en diálogo con Rosario/12. Veinte años después, reveló haber sido víctima de tales sucesos, calificados como “conducta indebida” por la Iglesia, en un comunicado de la semana pasada, que dio cuenta con eufemismos de la investigación contra el párroco.

Incluso, la víctima recordó que sus padres se reunieron con el entonces arzobispo, monseñor Edgardo Storni, denunciado por abuso sexual a un seminarista y fallecido en 2012. El prelado le dijeron expresó en su momento que “donde sobreabundó el pecado, sobreabunda la gracia de Dios”. Jamás olvidó esa frase.

Con datos cronológicos, el entrevistado relató que hace veinte años era un adolescente que se unió al grupo dirigido por Brizzio (de 27 años entonces) en Gálvez. Ahora, decidió contar su historia.

– ¿En ese grupo conociste al padre Luis? – le preguntó Rosario12

– Lo conocí por participar en esos grupos donde yo ocupaba un cargo de organización. Mi familia asistía a grupos católicos. Parecía que teníamos un vínculo de amistad, cercano. Incluso el cura párroco, Daniel Achkar, era muy allegado a mi familia. Todo comenzó cuando Brizzio me planteó que me veía triste o preocupado, como muchos adolescentes, y usó esa situación para vulnerarme. Fueron al menos tres sucesos de abuso sexual que comenzaron como abrazos en un momento de quiebre emocional mío, y continuaron con roces y manoseos. El primer episodio fue en otro pueblo cerca de Gálvez, donde él celebraba misa. Los otros dos fueron en la parroquia de Gálvez durante los encuentros de Acción Católica. Se me tiraba encima. Me quitaba capacidad de reacción. Aunque eran situaciones de poco tiempo, me daba vergüenza y angustia. El me responsabilizaba cuando yo le preguntaba qué estaba pasando. Me mandaba a confesar por haber cometido un acto impuro. La última vez intentó una penetración, mientras salíamos de una habitación, tras apagar la luz. Fue entonces cuando dejé de asistir.

– ¿Cuándo pudiste contar esto por primera vez?

– Al tiempo de haberme alejado de la Iglesia, ya tenía 18 años, empecé a pensar que ahí había otros chicos, incluso menores que yo, y que no lo podía ocultar. Entonces hablé con Achkar, que estaba a cargo de la parroquia. A él le costó entenderlo, y sentí que me preguntaba si yo tenía algo que ver con esa situación. Me sentí incómodo y me fui. Días después, mis padres organizaron una comida en mi casa con su grupo y el párroco, que me preguntó si yo lo autorizaba a hablar con Brizzio sobre el tema y le dije que sí. A los días me llamó Brizzio para hablar conmigo. Lo esperé en la plaza de enfrente de la parroquia, a la vista de la gente. Ahí me pidió perdón y me dijo que no lo había podido controlar. Sentí que se me reía. Lo decía de manera tan fría. Yo me quería ir y no me quedó un buen sabor de aquella situación. Durante un tiempo no dije nada; pero una noche salí al boliche, tomé y volví descompuesto a mi casa. Creí que no era por el alcohol y desperté a mi papá; me llevó al sanatorio y tenía la presión altísima. No sentía las piernas. La enfermera le dijo a mi padre que algo me pasaba, le dijo `hay algo que este chico no dice’; y cuando ella se retiró le dije a mi papá que Brizzio me tocaba, o se lo di a entender. Sé que él habló después con Achkar, y yo les dije que si el padre Luis no se iba, lo iba a denunciar. Creí que yo tenía derecho a estar tranquilo en mi ciudad, sin tener que cruzármelo e ir a la Iglesia si yo quería. Lo trasladaron a los pocos días. Después Achkar les consiguió una entrevista a mis padres con Storni. Sé, por ellos, que les dijo que yo tenía que saber perdonar y que se ocuparían de que el cura hiciera terapia. Les dijo que “donde sobreabundó el pecado, sobreabunda la gracia de Dios”.

– ¿Cómo siguió tu vida sin concretar esa denuncia?

– No volví al grupo. Me fui a estudiar a otra ciudad al poco tiempo. Ir a Gálvez me daba angustia. Durante mucho tiempo me sentí culpable y responsable. Hice y hago terapia. Nunca supe de otra situación igual, pero tampoco me contacté con nadie del grupo. Cuando me enteré de las denuncias de Storni sentí que seguramente Brizzio seguía impune por la vida, y que todo había sido encubierto.

– ¿Qué te llevó a darlo a conocer ahora?

– En el último tiempo, ya con el Papa Francisco, noté que la Iglesia empezaba a tomar otra actitud en estos temas. Me llegó porque toca una historia mía no resuelta. Sentí una responsabilidad. Cuando estas cosas no se dicen uno pasa a ser cómplice de quien abusa, porque le estás dando la posibilidad de que pueda abusar de otro. Sobre todo, teniendo en cuenta lo que representa un cura y cuántas familias les confían sus hijos. En varias fotos, él aparece rodeado de adolescentes. Me sentí responsable por lo que podía ocurrirle a cualquiera de ellos. Cuando uno encubre está siendo cómplice. Entonces envié un mail al Vaticano contando lo que me pasó, para que se hiciera algo. Fue el 5 de noviembre. No me respondieron los emails y es cierto que no oí de otros casos, pero me pregunté si era justo que alguien corriera el riesgo, habiendo un antecedente. A los pocos días vi una foto de Brizzio que se había encontrado con el Papa. Por esos días me contacté con la Red de Sobrevivientes al Abuso Sexual Eclesiástico en Argentina y con el abogado Carlos Lombardi, de Mendoza, que empezó a asesorarme para manejar la situación. Y el viernes pasado (6 de febrero) me llamaron del Arzobispado de Santa Fe para ir a declarar y me dijeron que había una investigación. Al día siguiente me enteré del apartamiento de Brizzio.

Al término de la entrevista, Andrés aseguró que “el daño psíquico y la secuela que dejan estos episodios son importantes. No creo justo que otros pasen por lo mismo, y tampoco que este hombre se retire por un supuesto cuadro de estrés”, dijo. Y agregó: “Me llevó tiempo poder hablarlo, pero creo que era el momento. Es hora de que se haga algo”.

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