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Aborto, Unión Civil y la tarea de la agenda laica en Chile

El laicismo no ataca las religiones, al contrario, posibilita esa integración para que el ejercicio de cualquier espiritualidad pueda convivir en tolerancia y respeto. Dejemos de una vez por todas, los asuntos del Estado y sus civiles para el Gobierno, ya los creyentes seguirán entendiéndose con su propio Dios, la vida terrenal es una y se agota entre tanto desencuentro.

No hablaré de los argumentos que validan el proyecto de aborto en Chile, he leído que la gente empieza agotarse de tanta respuesta lógica a personas e instituciones que sólo miran su propio ombligo y bienestar, los mismos que en su metro cuadrado valórico olvidan que este país se construye con varias creencias, distintas religiones y con otras posturas que van en crecimiento como la agnóstica y la atea.

El problema a tanta bulla y disonancia se debe a que nuestros valores republicanos y cívicos merecen una nueva construcción, ya que los conceptos de ciudadanía, tolerancia y laicismo se fueron apagando en el transcurso de los años, y las instituciones predominante sacan la voz, metiéndose al bolsillo al resto de los chilenos.

Desde el debate presidencial, la agenda laica ha ido tomando fuerza, y ese impulso, debe ser aprovechado por las organizaciones laicas y de librepensantes para repensar un nuevo camino de educación en torno al hombre y no la fe. En esa ocasión Matthei confundió la libertad religiosa del Estado Laico e increpó a Bachelet a que ella quería suprimir el jurar y otras cosas más en el Gobierno, ya meses después, en mayo del 2015, una de las ministras más honestas y hoy apagadas del actual gobierno, Helia Molina, no sólo dijo que “los gobiernos no están al servicio de religiones”, sino que explicó casi con peras y manzanas ante las quejas del aborto que “es la mujer la que apechuga en el embarazo, no el cura”.

De a poco -e inesperadamente- la agenda laicista ha ido tomando cuerpo, y ese esfuerzo debe ser utilizado para educar y generar opinión pública, porque aún hay actores sociales -y peor- políticos que confunden el Estado Confesional, que es donde predomina y manda una sola religión, al Estado Laico que se configuró en la Constitución del año 1925. José Antonio Gómez conoce esas diferencias y como vocero subrogante de Gobierno, respondió sin muchas vueltas las opiniones del proyecto de aborto que hizo la Universidad Católica, “Cuando sale una ley, es obligatoria para todos”.

Por otro lado, la Unión Civil, ya aprobada, es otro de los temas, que el laicismo local ve como un progreso y una real separación de responsabilidades civiles y no religiosas, ya que es un tema universal para todos los ciudadanos, que entrega derechos y responsabilidades en un ámbito que no estaba normado. Para la votación, los contraargumentos nuevamente tenían un sesgo que no unificaban y es más, separaban en su relato, creando ciudadanos de otras categoría, una meta que será la futura lucha y disputa para el matrimonio civil, ya que la puerta quedó abierta y no hay razón para seguir discriminando.

Últimamente la gente habla más de laicismo y sin saber que lo está haciendo, para eso debemos aprovechar esa tendencia conceptualizando y empoderando nuestras ideas por un lado, pero también forzando a las autoridades que hay temas que la Educación debe volver a considerar y de modo reforzado, no sólo Educación Cívica, sino que mezclada con valores ciudadanía, tolerancia y laicidad, que es el respeto a la autonomía de las instituciones que cuestionamos.

¿Qué problemas existen sino educamos de modo laico y multicultural a nuestras nuevas generaciones? Generamos confusión en los roles que tiene el Estado -los mismos que conoce muy bien Helia Molina y Gómez, pero que desconoce un importante número de parlamentarios- y fomentamos el protagonismo del fanatismo extremo, uno de ellos el Pastor Soto, produciendo violencia entre las distintas ideologías que conviven en una sociedad.

El laicismo no ataca las religiones, al contrario, posibilita esa integración para que el ejercicio de cualquier espiritualidad pueda convivir en tolerancia y respeto. Dejemos de una vez por todas, los asuntos del Estado y sus civiles para el Gobierno, ya los creyentes seguirán entendiéndose con su propio Dios, la vida terrenal es una y se agota entre tanto desencuentro.

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