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La historia como botín de vencedores

Parece como si el tiempo quisiera detenerse. Como si años de investigación y documentación de los crímenes del franquismo no sirvieran para nada. Mientras más se profundiza en el conocimiento de una masacre como aquella, más se revuelven los herederos de la dictadura para intentar preservar el buen nombre y el honor de los que “salvaron” a una parte de España.

Los nuevos tiempos nos llenan de dudas ¿podremos decir que las bandas armadas sublevadas que entraron en Tocina el 31 de julio de 1936 y asesinaron a unos cuarenta vecinos en el paso a nivel eran salvajes criminales de guerra? ¿cómo habríamos de calificar lo que las hordas mercenarias de Castejón hicieron en su entrada en Morón de la Frontera el 25 de julio de 1936? Sabiendo, como sabemos, que el cabo Moyano de la Guardia Civil se reunía por las noches con Don Luis Conde Herce y su hijo el jefe de Falange Don Luis Conde Soto para ir decidiendo uno tras otro el asesinato de más de cien vecinos de Fuentes de Andalucía (y entre ellos 27 mujeres) ¿podremos llamarlos asesinos? Alguien nos tendrá que ayudar a buscar un calificativo que nos diga como llamar a los que decidieron matar al alcalde de Dos Hermanas y al de Utrera, al de Marchena, al de Écija, al de Sanlúcar la Mayor, al de El Saucejo, al de Guadalcanal, Cantillana, Benacazón, Salteras, Huévar, Arahal, Villaverde del Río, La Puebla de los Infantes, Los Palacios, las Cabezas de San Juan, Lebrija, Olivares, Guillena, Los Corrales y un largo etc. Estos hombres fueron asesinados exclusivamente por ser alcaldes republicanos. En el diccionario esos asesinatos reciben el calificativo de genocidio ¿podemos llamar genocidas a sus asesinos o esos calificativos los reservaremos para los nazis?

En la cúspide de todos los responsables de esos crímenes se encontraba el ex general Queipo de Llano ¿cómo debemos llamarlo? ¿asesino? ¿rata salida de la cloaca de los cuarteles o glorioso salvador de España? Cuando este individuo se encuentra con Zamacola en Estepona y le dice que fusile a unos carabineros que habían hecho presos, lo que se hizo inmediatamente ¿nos pondrá una querella algún familiar o alguna asociación patriótica si decimos que era un vulgar canalla y un criminal de guerra? ¿nos obligará un juez a demostrar la acusación y tendremos que llevarle un expediente de Laureada para que lo lea? Y su brazo derecho, el auditor Francisco Bohórquez Vecina, tantos años hermano mayor de la Macarena ¿cómo lo debemos llamar, Excelentísimo señor? o nos contentaremos con saber que en un tribunal como los de Núremberg podría haber sido condenado a la horca sencillamente con unos cuantos cientos de sus decretos de aprobación de penas de muerte en ilegítimos consejos de guerra.

Parece como si la alternativa a los hechos que están sucediendo y que producen rubor, fuera el comenzar a poner querellas para salvar el honor de las víctimas del franquismo. ¿Por donde empezaríamos? ¿denunciaríamos al Ministerio de Cultura que permite la publicación en la red de la Causa General donde se acusan de asesinos, incendiarios y saqueadores a millares de personas que no lo fueron? ¿dónde están las pruebas de esa acusación? ¿dónde está la preservación del honor? ¿permitirían que publicásemos listas interminables de asesinos franquistas de millares de pueblos?

¿Podremos intentar salvar el honor de las fuerzas armadas cuando algunos llaman Ejército Nacional a lo que eran bandas? ¿prosperará nuestra querella si exigimos que nos prueben por qué llamaban así a lo que no era ni ejército ni nacional? Porque nosotros sí tenemos pruebas de lo contrario. El 18 de julio, el presidente de la República Manuel Azaña licenció a todas las tropas que se colocaran bajo los mandos golpistas. Desde ese mismo día, con el mayor rigor histórico, los militares sublevados pasaron a ser bandas armadas ¿amparará algún juez nuestro deseo de justicia y que no se calumnie la historia de las fuerzas armadas? Franco y Queipo, como otros, eran bandidos, porque bandidos son los que están reclamados por bando, como dice el diccionario, y ellos estaban procesados por rebelión militar y en rebeldía por el Tribunal Supremo de nuestro país. ¿Aceptará algún juez una querella contra una Fundación que se dedica a preservar la memoria de un bandido?

La historia es una disciplina científica, pero también un botín de vencedores. El que durante años los rebeldes y traidores la escribieran a placer sin que ningún juez, ninguno, amparara a las víctimas de sus crímenes, no da carta de naturaleza a que una legión de herederos quiera reinventarla de nuevo para gloria de su memoria. Ya está bien.

Queipo de Llano y vicario

Queipo de Llano en compañía del vicario Jerónimo Armario

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