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El matrimonio homosexual, legal en Brasil sólo en la práctica

El poder judicial obliga a los notarios a reconocer los casamientos gays Los evangélicos lideran la lucha contra este tipo de uniones La Iglesia católica se opone pero ejerce menos presión que los protestantes

Mientras el Papa seguía su apretada agenda de encuentros y discursos en Rio de Janeiro, el pasado sábado en São Paulo el modista más conocido de Brasil, Alexandre Herchccovitz se casaba en el lujoso hotel Fasano con su novio y también diseñador Fabio Souza. El casamiento fue posible porque, a falta de que se sancione una ley en el Congreso, en mayo de este mismo año el Consejo Nacional de Justicia aprobó una resolución que obligaba a los notarios del país a celebrar la ceremonia civil si la pareja lo pide.

El Papa no se pronunció en Brasil sobre los homosexuales a diferencia de un Ratzinger que aseguró en su día que el matrimonio gay "es opuesto al bien". De vuelta al Vaticano, Francisco aseguró desde el avión: "¿Quién soy yo para juzgar a un homosexual?", y desde el país que acababa de visitar algunos colectivos homosexuales reaccionaron positivamente. "Puede abrir la posibilidad a un diálogo incluso con otras religiones que aún persiguen y discriminan la población LGBT"; aseguraba a Oglobo el representante del Grupo Arco Iris Julio Moreira.

En abril del año pasado, el diputado federal del PSOL Jean Wyllys inició una campaña mediática a favor de la legalización de las bodas entre personas del mismo sexo que todavía busca el debate y la aprobación de un proyecto en el legislativo brasileño mientras las bodas gays son permitidas por un fallo judicial.

Para conseguirlo, Wyllys pide una enmienda constitucional del artículo 226, que reconoce el matrimonio como "la unión estable entre hombre y mujer como entidad familiar". "Si hoy en día nadie aceptaría que por el hecho de ser interracial el matrimonio se llamara de otra forma, no puede entender por qué con los homosexuales es diferente. No es un matrimonio religioso lo que reclamamos, sino uno legal", explicó Wyllys en entrevista a ELMUNDO.es.

Wyllys lamentaba, por aquel entonces, que para ser pareja de hecho tuviera que conseguirse por la vía judicial y no todos los brasileños tienen acceso al poder judiciario. Un año después, fue de nuevo el poder judicial el que dio la razón al colectivo LGBT legalizando, en la práctica, el matrimonio homoafectivo a pesar de que el congreso no ha aprobado aún una ley al respecto.

El inmovilismo del gobierno con respecto al matrimonio gay no obedece a las presiones de la Iglesia católica, sino más bien al lobby de evangélicos de diversos partidos que se une en la Cámara cuando se debaten aspectos sociales que chocan con sus creencias religiosas. Formado por 76 diputados, el grupo (conocido como bancada en Brasil) sería el tercer partido más importante en el Congreso si se constituyera como tal.

Posturas encontradas

La tensión entre evangélicos y el colectivo LGBT se refleja en la Comisión de Derechos Humanos del Congreso. Para mantener el apoyo electoral del Partido Social Cristiano, formado exclusivamente por evangélicos, la presidenta Dilma Rousseff le cocedió la presidencia de dicha comisión. Marco Feliciano fue escogido por dicha formación y la comunidad LGBT, así como otros grupos laicos, se puso en pie de guerra. Un historial de declaraciones homófobas y racistas manchaban el currículo de Feliciano, lo cual generó el abandono del propio Jean Wyllys de la comisión como protesta. Poco después, Feliciano quiso poner en marcha un proyecto de ley que permitiera a los psicólogos la cura de los gays que pidieran terapia al respecto, aceptando así la posibilidad de que la homosexualidad sea un trastorno.

Las masivas manifestaciones en contra de Feliciano y su proyecto fueron, en São Paulo, uno de los caldos de cultivo de las que después tomarían las calles en contra de la corrupción y por una mejora de los servicios y que también incluirían pedidos de derechos e igualdad para con los homosexuales. Sobre dicho asunto, Dilma Rousseff no se pronunció en sus comunicados ni en las medidas anunciadas y el matrimonio homosexual sigue siendo hoy un derecho adquirido por la vía judicial.

En lo que respecta a la iglesia católica brasileña, se opone al reconocimiento del matrimonio homosexual pero sin la virulencia ni la voluntad de presión de la evangélica. Seguramente, declaraciones como la de Francisco ayer no se estarían dando si el Papa fuera el brasileño Odilo Scherer, arzobispo de São Paulo, que hasta última hora fue uno de los grandes favoritos para convertirse en pontífice. Mucho más conservador que Bergoglio, Scherer declaró en mayo que el reconocimiento del matrimonio homosexual "es un paso en falso en la legislación contemporánea". "Salen perdiendo y quedan banalizados la familia y el casamiento, que tienen un papel antropológico y social insustituible. La unión homosexual no cumple el mismo papel y no es justo equipararla a la familia y al casamiento", defendió Scherer en un discurso mucho más cercano al mensaje oficial de la Iglesia en los últimos años.

mani gay Sao Paulo 2013

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