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Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe

Algunos apartados del documento episcopal que hacen mención a la escuela o la enseñanza de la religión. El documento completo en el enlace externo de la Conferencia Episcopal

La lectura del documento deja claro el papel evangelizador de la religión en la escuela, y el de las escuelas católicas. Ambos instrumentos al servicio de la fe católica están siendo costeados por el Estado, en una clara vulneración de la neutralidad del mismo para poder respetar la libertad de conciencia de cada persona.


3. En la enseñanza escolar

23. Los centros educativos, en sus distintos niveles, contribuyen de manera significativa al proceso de socialización de los niños y jóvenes. Son depositarios de la confianza de los padres y de la sociedad en la tarea de comunicar los valores más relevantes de la cultura, desarrollando de modo progresivo las capacidades físicas, intelectuales y morales de los alumnos. En este proceso educativo la enseñanza de la religión y la escuela católica tienen la misión de integrar la dimensión religiosa de la persona y, más en concreto en nuestra cultura, la tradición de la fe cristiana.

La enseñanza religiosa, un derecho y un deber

24. Constatamos, sin embargo, cómo en la sociedad actual la aportación de los centros de enseñanza al desarrollo personal de sus alumnos se ve muy limitada y condicionada por otras influencias, de manera especial en lo que se refiere a la educación moral y religiosa. Además, en el marco del sistema educativo actual no se desarrolla, salvo honrosas excepciones, una formación en principios y valores éticos o morales fuera de la asignatura de religión. La enseñanza religiosa escolar es una apuesta por la integración de la cultura religiosa católica en el conjunto de las ciencias humanas, que no debe confundirse con la catequesis. A pesar del esfuerzo de la Iglesia en las últimas décadas por cuidar el derecho y deber de padres y alumnos católicos a la enseñanza religiosa en la escuela, así como en preparar a un profesorado capacitado y en elaborar los programas adecuados, las dificultades legislativas y administrativas, la indiferencia e infravaloración por parte de padres y alumnos, y hasta el menosprecio que la enseñanza religiosa experimenta entre los conocimientos científicos y sociales, hacen de ella un medio que, siendo importante, es insuficiente para trasmitir la fe.

Humanismo y tecnología

25. Es de notar, también, cómo los profundos cambios afectan a la función social, que desde siempre han venido desarrollando las instituciones de enseñanza. Aunque felizmente hoy acceden a los diversos niveles educativos amplios sectores de la sociedad, puede constatarse una pérdida de influencia de la escuela frente al peso de otras instancias en la transmisión de la cultura. La cultura predominante se ha tecnificado, modificando de raíz los presupuestos doctrinales en la formación de los alumnos. De una concepción humanista se ha pasado a un aprendizaje de las ciencias y la tecnología. La educación no se concibe ya solo, ni principalmente, como educación para el perfeccionamiento personal del individuo, sino, ante todo, como una preparación para la vida profesional. La crisis en la transmisión de valores y saberes, así como el empeño excesivo por unas metodologías donde prima el activismo, han sido determinantes en la evolución de la educación. A ello hay que unir el empeño por la deconstrucción de lo existente, que ha llegado a desechar todo valor que pudiera ser considerado como tradicional o antiguo. Así, el esfuerzo, la memoria, el sacrificio y, sobre todo, el sentido de la vida han sido eliminados de la educación escolar. En este contexto, la dimensión trascendente de la persona humana, elemento fundamental de la educación integral, resulta anacrónico, cuando no es excluido y combatido en el quehacer escolar. Como consecuencia, la enseñanza religiosa pasa a un segundo o tercer plano en el aprendizaje.

26. Con todo, el profesor de religión católica tiene demasiados frentes y retos a los que atender para que su enseñanza sea la que la Iglesia le ha encomendado. Es de justicia reconocer su dedicación y entrega y, a la vez que reiteramos nuestro apoyo y cercanía, ofrecemos este mensaje del papa Benedicto XVI: «Quisiera reiterar a todos los exponentes de la cultura que no han de temer abrirse a la Palabra de Dios; esta nunca destruye la verdadera cultura, sino que representa un estímulo constante en la búsqueda de expresiones humanas cada vez más apropiadas y significativas»[8].

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La escuela católica

34. A este respecto, la escuela católica, por su misión, sus medios y sus agentes debe ser responsable, estar disponible e, incluso, tener protagonismo en las orientaciones que aquí presentamos. Ella cumple su misión basándose en un proyecto educativo, que pone el Evangelio como centro y referente en la formación de la persona y para toda la propuesta cultural. «El contexto socio-cultural actual corre el peligro de ocultar el valor educativo de la escuela católica, en el cual radica fundamentalmente su razón de ser y en virtud del cual ella constituye un auténtico apostolado»[15].

La escuela católica debe ser un referente educativo no solo en su acción formativa, sino en el testimonio de las personas consagradas y profesores cristianos laicos. Este testimonio solo será eficiente si se realiza dentro de la espiritualidad de comunión eclesial. La autoridad del obispo en la escuela católica no afecta tan solo a la catequesis y a la vigilancia sobre la clase de religión, sino a la salvaguarda de su identidad y organización, incluso cuando la escuela católica es promovida por institutos religiosos. «Compete al obispo el derecho de vigilar y visitar las escuelas católicas establecidas en su territorio, aun las fundadas y dirigidas por miembros de institutos religiosos; asimismo le compete dar normas sobre la organización general de las escuelas católicas; tales normas también son válidas para las escuelas dirigidas por miembros de esos institutos, sin perjuicio de su autonomía en lo que se refiere al régimen interno de esas escuelas»[16].

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3. La enseñanza religiosa en la escuela

66. Podemos afirmar que la enseñanza religiosa escolar está al servicio de la evangelización, es decir, es una mediación eclesial al servicio del reino de Dios. Lo peculiar de la enseñanza religiosa escolar consiste en una presentación del mensaje y acontecimiento cristianos en sus elementos fundamentales, en forma de síntesis orgánica y explicitada de modo que entre en diálogo con la cultura y las ciencias humanas, a fin de procurar al alumno una visión cristiana del hombre, de la historia y del mundo, y abrirle desde ella a los problemas del sentido último de la vida.

El saber sobre la fe

67. A este respecto, hemos de cuidar que dicha mediación eclesial al servicio del reino de Dios se adapte adecuadamente al marco escolar que tiene sus características propias. La religión no es solo una realidad interior, aunque para el creyente esto sea lo decisivo; la religión ha sido a lo largo de la historia, como lo es en el momento actual, un elemento integrante del entramado colectivo humano y un ineludible hecho cultural. El patrimonio cultural de los pueblos está vertebrado por las cosmovisiones religiosas, que se manifiestan en el sistema de valores, en la creación artística, en las formas de organización social, en las manifestaciones y tradiciones populares, en las fiestas y el calendario. Por ello, los contenidos fundamentales de la religión dan claves de interpretación de las civilizaciones. Y si la religión es un hecho cultural importante que subyace en el seno de nuestra sociedad, es evidente que su incorporación a la escuela enriquece y es parte importante del bagaje cultural del alumno. Frente a algunas voces discordantes sobre la presencia de la religión en la escuela, señalamos algunos motivos que autorizan su presencia. A saber:

Comprender la civilización

68. La enseñanza de la religión es necesaria para comprender la civilización europea en la que estamos sumergidos. Es tarea propia de la escuela ofrecer a los alumnos elementos para situarse ante la cultura que los envuelve y para discernirla adecuadamente, asimilando lo positivo y declinando lo negativo. Sin un conocimiento adecuado de la religión es misión imposible comprender nuestra civilización. Para conocer la filosofía, la literatura, el arte, las costumbres populares, las fiestas y los valores morales de la civilización que hemos heredado no hace falta creer en la religión católica, pero sí es preciso comprender la religión.

Unidad interior del alumno

69. La enseñanza de la religión en la escuela, bien realizada, favorece la unidad interior del alumno creyente. En la escuela, el alumno que ha heredado la fe en la familia y en la parroquia, va adquiriendo saberes nacidos de las ciencias naturales y de las ciencias humanas. Una persona va madurando cuando todos estos saberes establecen un diálogo dentro de sí y comienzan a gestar en su interior una síntesis. El alumno percibirá que la fe que ha recibido es compatible con las ciencias que va aprendiendo.

 Motivos, valores y caminos

70. La enseñanza de la religión en la escuela enriquece al alumno que la recibe en tres aspectos importantes para la persona humana: le brinda motivos para vivir (por qué y para qué), le ofrece valores morales a los que adherirse y le indica caminos para orientar su comportamiento. En efecto, la enseñanza religiosa ofrece un para qué vivir, o sea, motivos; ofrece unos valores morales que se derivan de la fe, por ejemplo: si somos hijos de Dios, los demás no son seres extraños, molestos, competidores, sospechosos, arbitrarios, sino hermanos y amigos; y ofrece normas de comportamiento en la familia, en la sociedad, en el trabajo, etc. Es verdad que esto se debe hacer en la familia y en la parroquia, pero también en la escuela, puesto que esta no solo está para instruir, es decir, ofrecer conocimientos y habilidades, sino para educar. Y educar es transmitir motivos, valores y pautas de comportamiento. Esta transmisión, siempre respetuosa y propositiva, no es algo extraño a la escuela, sino algo muy en consecuencia con su naturaleza. Al menos cuando se trata de alumnos que por sí o por sus padres quieren recibirlos en la escuela.

71. Además de lo dicho, la escuela es el ámbito donde el alumno va conformando su personalidad en relación a sus compañeros, mirando al profesor como referente y asimilando críticamente el saber que se le transmite. Es un tiempo crucial para el desarrollo personal, por más que vaya bajando el influjo de la escuela frente a la influencia de los medios de comunicación, el ambiente y los compañeros; de aquí la importancia de la transmisión de la fe en el ámbito escolar. «El ingreso en la escuela significa para el niño entrar a formar parte de una sociedad más amplia que la familia, con la posibilidad de desarrollar mucho más sus capacidades intelectuales, afectivas y de comportamiento»[56]. En este proceso educativo, y a pesar de dificultades diversas, se puede y se debe integrar la dimensión religiosa de la persona.

72. La enseñanza religiosa se presenta como saber sobre la doctrina y moral católicas, que desarrolla, junto a otras, la capacidad trascendente de la persona, el sentido último de la vida y da respuesta a la cultura, a fin de integrar el saber de la fe en el conjunto de los demás saberes[57]. Su naturaleza y finalidad se desarrolla y se cumple mediante la transmisión a los alumnos de «los conocimientos sobre la identidad del cristianismo y de la vida cristiana, que capacita a la persona para descubrir el bien y para crecer en la responsabilidad»[58].

Dimensión evangelizadora

73. Siguiendo las orientaciones de Benedicto XVI, hemos de subrayar que la enseñanza religiosa, «lejos de ser solamente una comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es performativa»[59]. Por ello, esta materia no se puede reducir a un mero tratado de religión o de ciencias de la religión, como desean algunos; debe conservar su auténtica dimensión evangelizadora de transmisión y de testimonio de fe[60]. Por ello, los profesores deben ser conscientes de que la enseñanza religiosa escolar ha de hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la fe, en igualdad académica con el resto de los demás saberes, haciendo posible el discernimiento de la cultura que se transmite en la escuela y respondiendo a los interrogantes de los alumnos, en especial a la gran pregunta sobre el sentido de la vida.

74. No podemos olvidar que la enseñanza religiosa escolar se inserta, desde su especificidad, dentro de los elementos básicos de la acción evangelizadora de la Iglesia. En este sentido, «el mandato misionero comporta varios aspectos, íntimamente unidos entre sí: “anunciad” (Mc 16, 15), “haced discípulos y enseñad”, “sed mis testigos”, “bautizad”, “haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Anuncio, testimonio, enseñanza, sacramentos, amor al prójimo, hacer discípulos: todos estos aspectos son vías y medios para la transmisión del único Evangelio y constituyen los elementos de la evangelización»[61]. Todo esto define el marco para la acción coordinada de la educación cristiana al servicio a la transmisión de la fe.

75. Dentro de este rico conjunto de elementos evangelizadores, la enseñanza religiosa ha de asumir, de manera muy especial, «el anuncio y la propuesta moral» del Evangelio[62]. El anuncio para que los alumnos conozcan, fundamenten o fortalezcan su adhesión inicial a Jesucristo suscitada en la familia o se inicien en ella; y los principios que fundamentan la propuesta moral y las virtudes cristianas para ejercitarse así en la praxis del bien común y del amor a todos, especialmente a los pobres y necesitados. La enseñanza religiosa escolar sirve a la familia y a la catequesis en cuanto presenta una síntesis orgánica y sistemática de la fe. Constituye una aportación específica al desarrollo de las capacidades espirituales, religiosas y morales y, en consecuencia, a la fundamentación de los valores morales, las virtudes cristianas y la opción por el bien y la verdad.

Las grandes preguntas

76. Las grandes preguntas del ser humano, a las que la enseñanza religiosa pretende responder, carecerían de respuesta sin la referencia a Dios y su salvación: «Sin su referencia a Dios el hombre no puede responder a los interrogantes fundamentales que agitan y agitarán siempre su corazón con respecto al fin y, por tanto, al sentido de su existencia»[63]. A partir de la síntesis de fe, se pretende «descifrar la aportación significativa del cristianismo, capacitando a la persona para descubrir el bien y para crecer en la responsabilidad, para afinar el sentido crítico y aprovechar los dones del pasado a fin de comprender mejor el presente y proyectarse conscientemente hacia el futuro»[64].  

La respuesta

77. Todo ello pide, como objetivo educativo, la respuesta adecuada de la fe que busca entender, «fides quaerens intelectum», y el explícito sentido de la vida cristiana. A su vez, la enseñanza religiosa fundamenta una serie de valores que dan sentido y estructuran la acción humanizadora de la religión católica «ofreciendo algunas dimensiones de carácter ético y moral que nacen de las relaciones entre la fe y la cultura, y entre la fe y la vida»[65]. Dicha acción tiene como modelo y fundamento la Palabra, la Vida y la Persona de Jesucristo con toda su vitalidad, actualidad y capacidad de respuesta. Sería muy pobre la educación que se limitara a dar nociones, informaciones y valores, dejando a un lado la gran pregunta acerca de la verdad, sobre todo acerca de la Verdad que guía la vida. Es necesario «ayudar a los jóvenes a ensanchar los horizontes de su inteligencia abriéndose al misterio de Dios en el que se encuentra el sentido y la dirección de nuestra vida, superando los condicionamientos de una racionalidad que solo se fía de lo que puede ser objeto de experimento y cálculo. Es lo que llamamos la «pastoral de la inteligencia»[66]. Serán los profesores quienes, por su protagonismo en la escuela, junto con los padres y la comunidad parroquial, sirvan a la formación religiosa católica, y no solo los profesores de religión, sino todos los profesores cristianos[67].

Escuela católica y profesorado cristiano

78. Es necesario que la escuela católica se comprometa con este proyecto: «La acción educativa de la Iglesia a través de la escuela católica, además de vincularse a la formación plena, entendida como desarrollo perfectivo de las capacidades básicas del alumno, propone una educación integral del mismo, tratando que todas las capacidades puedan ser integradas armónicamente desde la luz del evangelio que fundamenta una cosmovisión integradora de la personalidad»[68]. Tanto las personas consagradas como los profesores cristianos laicos ejercen, dentro de la comunidad educativa, «un ministerio eclesial» al servicio de la diócesis y en comunión con el obispo[69]. «La enseñanza de la religión en la escuela a cargo de docentes clérigos y laicos, sustentada en el testimonio de los docentes creyentes, debe conservar su auténtica dimensión evangélica de transmisión y de testimonio de fe»[70]. La escuela católica, junto a la familia y la parroquia, lleva a cabo un objetivo primordial: promover la unidad entre la fe, la cultura y la vida. El presente documento pretende facilitar el logro de este objetivo cuyo cumplimiento depende en gran parte de la escuela católica.

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3. Dimensiones de la enseñanza religiosa escolar (síntesis de fe desde el saber)

91. Por su parte, la enseñanza religiosa escolar, desde lo que le es específico, presenta el mensaje cristiano, desarrollando las distintas dimensiones del saber, al servicio de la transmisión de la fe. Estas son:

  • La dimensión teológica y científica del saber religioso (síntesis de la doctrina católica).
  • La dimensión trascendente de la persona (sentido último de la vida).
  • La dimensión humanizadora (concepción cristiana de la persona).
  • La dimensión ético-moral (principios y valores).
  • La dimensión cultural e histórica (relación fe-cultura).

Y así, tanto las distintas dimensiones como las que les son propias confluyen en los conceptos básicos y se diferencian en sus finalidades y consecuencias formativas. Es decir, las dimensiones son distintas, no excluyentes, y complementarias.

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En la escuela

115. Los profesores cristianos y de religión católica necesitan también de la parroquia que les acoja como creyentes, pues, en ella, alimentan su fe y la celebran y, desde ella, la testimonian. El profesor de religión, por su parte, que enseña y anuncia la fe en nombre de la Iglesia, necesita el apoyo de la comunidad parroquial. Además, una de las garantías que un profesor puede presentar ante el obispo diocesano, junto a su necesaria preparación teológica y aptitud pedagógica, al ofrecerse como profesor de religión, es su vinculación y servicio a la comunidad cristiana de referencia.

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