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Monseñor Reig, entiende

Bien podría dedicar la columna de esta semana a enumerar los muchos e importantes logros económicos, que en poco más de cien días han conseguido nuestras radicales y positivas reformas. Pero no creo que sea la Semana Santa, el momento más adecuado para restregarles por la cara a ustedes, incrédulos por naturaleza, éxitos como la consecución de máximos históricos en la prima de riesgo, en bajada de la bolsa o en el precio al que hemos colocado la última emisión de deuda pública.

Pienso que es más adecuado dedicar estas líneas, en estos días de recogimiento y misticismo, al mensaje que nuestra Santa Madre Iglesia nos ha querido dejar en boca del obispo de Alcalá de Henares y en imagen de Televisión Española, también ya por fin, la nuestra. Sé que sus palabras han provocado cierta polémica, pero la verdad es así, única y, muchas veces, dolorosa. De todas formas, estoy convencido de que si las analizan junto a mí, verán como no pueden más que estar de acuerdo con las conclusiones del señor obispo.

Comenzó su homilía monseñor Reig (no confundir con Tercer Reich) con una verdad como el templo desde el que se dirigía a los fieles: “El principal enemigo de la Iglesia Católica es la ignorancia”. Podría adornar estas líneas con infinidad de ejemplos que a través de la historia han demostrado como la Iglesia se ha tenido que enfrentar a la ignorancia de los hombres, para hacer valer la verdad de la palabra de Dios. Pero estoy seguro de que no es necesario, basten quizá sólo un par de los ejemplos más conocidos; como la rectificación a Galileo, empeñado el muy ignorante en que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol, o el de Darwin, con sus absurdas ocurrencias sobre la Teoría de la Evolución. Afortunadamente en estos, como en el resto de los miles de casos en los que la ignorancia de la ciencia se ha enfrentado a la Iglesia, la verdad ha acabado por relucir y gracias a ello cada día podemos seguir observando como la estrella gira alrededor nuestro y nos ofrece mañanas, tardes y anocheceres divinos.

Continuó monseñor con una advertencia a aquellas personas que, “llevadas por tantas ideologías, acaban por no orientar bien la sexualidad humana y piensan ya desde niños que tienen atracción por las personas de su mismo sexo”. La labor que han realizado en este campo miles de sacerdotes en todo el mundo es encomiable. ¿Cuántos niños habrán erradicado por completo tan insano pensamiento, mientras el sacerdote de su parroquia o colegio los toqueteaba o violaba?

Siguió ahondando el obispo en su homilía sobre el tema de la homosexualidad, que como ya saben los que han seguido su carrera, es un asunto que más que preocuparle le obsesiona, para advertir ahora sobre aquellos que no han tenido la suerte de experimentar con un sacerdote cuando eran niños, y buscan de mayores una respuesta a sus dudas sexuales en “clubs de hombres nocturnos”. Aquí me pierdo un poco en sus sabias palabras. Debo reconocer que no tengo los conocimientos que demuestra el señor obispo en el tema de los clubs gays, y que no puedo decirles si a los que se refiere como “hombres nocturnos” es por que van disfrazados de Batman. En todo caso, dejo el aviso para los que se sientan identificados con ese tipo especial de perversión.

Para acabar, monseñor Reig nos dejó en su homilía del pasado viernes en TVE, la advertencia a la que debemos dedicar más atención. Hablaba del horror que supone el aborto y dijo: “el mal se presenta bajo la apariencia del bien”. Es decir, el demonio nos engaña haciéndonos creer que lo que tomamos por bueno es en realidad malo. Siguiendo, como siempre, las directrices que nos marca la Iglesia, esta es la base de nuestra política. Muchos de ustedes pensarán que recortar derechos o cargarse la sanidad y la enseñanza públicas son, como parecen, algo malo, cuando en realidad es algo muy positivo para el conjunto de la sociedad. Sin el amparo del estado se promueve una sociedad competitiva en la que los fuertes se imponen a los débiles al más puro designio darwiniano. Claro, que ahora que lo pienso, habíamos quedado en que Darwin era un ignorante y la Iglesia tenía razón. Esto me pasa por meterme a filosofar, cuando el que de verdad entiende es monseñor Reig.

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