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Laicidad e Iglesia católica

La disputa política e ideológica entre el Estado laico y la Iglesia católica se inscribe en la definición entre lo público y lo privado. Como bien dice Bernardo Barranco: “La utilización del Estado y la invasión de la esfera privada en un desacuerdo respecto de las relaciones de poder”. De ahí la importancia del proceso de secularización, donde los distintos campos de la vida humana como: concepciones, costumbres, formas de sociedad, política, economía, educación, quedan fuera de la esfera de lo religioso. Así, las instituciones políticas del Estado laico se separan de todo contenido religioso.

La cúpula de la Iglesia católica en México continúa manteniendo, en su imaginario consciente e inconsciente, el recuerdo de San Pablo, cuando éste cobraba impuestos, antes de convertirse al cristianismo. Hoy día, dicha institución no ha olvidado el afán por la riqueza y la pretensión del poder (obispo Onésimo Cepeda). Por eso la intervención de aquélla al interior de la Cámara de Diputados y Senadores (vía Peña Nieto) para modificar el contenido del artículo 24 de la Constitución. Además, manejan una interpretación a modo de la laicidad y, a partir de ello, atacan al Estado laico y, sobre todo, intentan su desmantelamiento.

En este momento las fuerzas clericales encuentran respuesta positiva, en su lucha para atacar al Estado laico, en la derecha conservadora y de ideas católicas del panismo en el poder. Escuchemos a Josefina Vázquez Mota: “Yo les pido que vayan a misa a las 8:00 y luego a votar”. Tanto la cúpula de la Iglesia, como grupos políticos de otros partidos, poderes fácticos, han asumido y asumen, una posición revisionista sobre la laicidad al proponer la discusión sobre conceptos como neutralidad, tolerancia y libertad de conciencia. En nombre de estos conceptos se pretende desmantelar el Estado laico (tercera parte).

Hemos de decir que el Estado laico se caracteriza por su autonomía e independencia respecto de cualquier contenido religioso y también frente a las iglesias. Como bien dijo Justo Sierra: “La perfecta independencia entre los negocios políticos (civiles) y los negocios eclesiásticos”. Para él el gobierno laico carece de religión.

Desde la Conquista española, la Iglesia católica ha sido una institución con una ideología hegemónica, no sólo en el terreno espiritual o intelectual, sino también en el campo de lo económico y político. De ahí la relevancia histórica de la Reforma liberal del siglo XIX. Este acontecimiento señaló, con claridad histórica, que el poder civil es supremo frente al poder eclesiástico.

La cúpula de la Iglesia católica no ha olvidado que el Estado laico conquistó las funciones administrativas, sociales, políticas, incluida la administración de justicia, que la primera venía controlando. De ahí su interés por reformar el artículo 24 constitucional. El Estado laico defiende o debería defender a sus propias instituciones políticas de la intromisión de cualquier credo religioso o iglesia, incluidos palabras, símbolos, rituales. Recordemos que estaba en manos de la Iglesia del amor, antes de la Reforma liberal, el registro civil de nacimientos, matrimonios y hasta las defunciones. Como bien afirma Fabiola Rivera Castro: “La consolidación de la supremacía del poder del Estado en la sociedad, así como la secularización de sus instituciones no es otro que el establecimiento de un Estado moderno”. Esta institución permitió la unidad de la nación, frente a intereses privados internos y externos. Posteriormente discutiremos esta supuesta unidad de la nación.

Nadie puede negar que el Estado laico, salvo sus detractores, delimitó y frenó las ambiciones económicas y políticas de la Iglesia católica y abrió la puerta a otras alternativas ideológicas a los valores morales católicos hegemónicos. La necesidad histórica del nacimiento del Estado moderno mostró su acierto, ya que el principal adversario era y es hoy día, la Iglesia católica y también porque el primero se basaría, a partir de la separación, en valores cívicos, morales, éticos, republicanos.

En las condiciones históricas de mediados del siglo XIX, se dio la confrontación, la lucha política e ideológica entre el poder tradicional de la Iglesia católica y el naciente Estado laico. Esta pelea histórica, no sólo se llevó a cabo en lo ideológico, cultural y científico, sino que se presentó en lo fiscal, jurídico, administrativo y social. En cada uno de estos campos los liberales dieron respuestas, lo hicieron desde la ideología del liberalismo económico y en nombre del progreso. De esa forma el Estado mexicano se hizo de recursos.

No podemos olvidar que la Iglesia católica era un actor económico central, era propietaria y rentista de gran cantidad de tierras y de bienes inmuebles. La Reforma liberal desmanteló ese poder y se modificaron las relaciones de propiedad. En lo político, social e ideológico, el propósito era alcanzar la subordinación del poder eclesiástico al civil.

Por eso fue tan relevante y, lo sigue siendo hoy día, la separación de la Iglesia y el Estado (artículo 130), pero más importante es el proceso de secularización de las instituciones sociales en el horizonte de valores morales, cívicos, éticos, propios de una República moderna. De ahí la importancia de los cambios que se hicieron en la educación pública y los servicios de salud. De modificarse el artículo 24, las misas se realizarán en el patio de la escuela y en la educación pública se impartirá religión católica. Estaríamos asistiendo a un Estado confesional y la desaparición del Estado laico.

Por lo que observamos, la historia de la Iglesia católica en México no es igual en sus aspiraciones políticas, servicio a la fe religiosa, la salvación de las almas, que otras iglesias del mundo con la misma identidad. Esta Iglesia católica, que se instituyó en México, nació con pretensiones políticas, le gustó cogobernar y le siguen gustando los privilegios terrenales. Es una institución que privilegia el poder por encima de la fe. Continúa imponiendo su “ley natural de Dios”, sobre las leyes civiles. Mantiene, en pleno siglo XXI, los mismos dogmas sobre los derechos sexuales, reproductivos y bloquea cualquier ampliación de derechos a los ciudadanos. La cúpula eclesiástica piensa que la mórula, cigoto, es una persona (sigue en las cavernas). Otro mundo es posible.
 

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