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La ciudadanía que enseña Europa

Algunos países se centran en dar «una cultura política», pero otros, como Finlandia, buscan el desarrollo de los alumnos «como seres humanos solidarios»

En los debates educativos, con demasiada frecuencia se utiliza para defender una postura y la contraria el mismo argumento: es así como se hace Europa. Con el resucitado debate de la asignatura de Educación para la Ciudadanía ha vuelto a ocurrir, ya que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, expuso ayer entre las razones para eliminar la actual asignatura obligatoria en primaria y secundaria de Ciudadanía que su planteamiento iba “más allá de lo que de lo que debería corresponder a una verdadera formación cívica, conforme a las directrices y orientaciones formuladas por el Consejo de Europa”. Por eso, dijo, va a cambiar esa materia por otra de educación cívica y constitucional que elimine cualquier contenido susceptible de adoctrinamiento.

Pero lo cierto es que los impulsores de Ciudadanía siempre han defendido que se han seguido con rectitud esas recomendaciones del Consejo de Europa. “La educación para la ciudadanía democrática se refiere a la educación, la formación, la sensibilización, la información, las prácticas y las actividades que, además de aportar a los alumnos conocimientos, competencias y comprensión y de desarrollar sus actitudes y su comportamiento, aspiran a darles los medios para ejercer y defender sus derechos y responsabilidades democráticas en la sociedad, para apreciar la diversidad y para jugar un papel activo en la vida democrática, con el fin de promover y proteger la democracia y el estado de derecho”, dice la carta aprobada.

Pero como ocurre casi siempre, estas recomendaciones generales tienen concreciones diferentes en cada país europeo, en la mitad de los cuales hay una asignatura obligatoria específica; en el resto, sus contenidos están incluidos en una materia más amplia. En cuanto al planteamiento, hay países más volcados a enseñar una cultura política (las instituciones, normas básicas democráticas, etcétera), que es en lo que quiere centrarse ahora el Ministerio de Educación con la nueva asignatura de educación cívica y constitucional. Pero también hay otros que se centran en enseñar actitudes y valores para convertirse en ciudadanos responsables (respeto hacia el otro, resolución pacífica de conflictos…), explica el último repaso que hizo al tema la Comisión Europea en 2005. La Ciudadanía que ha estado enseñando hasta ahora en España mezcla ambos enfoques.

Todas las escuelas del continente ofrecen contenidos cívicos; en la mitad de ellos, en una materia independiente

“En Alemania, los objetivos correspondientes a la categoría cultura política tienen una mayor presencia en los currículos que los relativos a la participación activa y al desarrollo de los valores y actitudes necesarias para la buena práctica de la ciudadanía. No obstante, en Finlandia, ocurre lo contrario y se da más peso a la participación, actitudes y valores que al desarrollo de la cultura política. En Islandia y Noruega, la educación para la ciudadanía se centra, sobre todo, en el crecimiento personal de los alumnos y en el desarrollo de las actitudes, competencias y valores necesarios para convertirse en individuos independientes y fuertes, bien preparados para ocupar su lugar futuro en la sociedad”. Así, mientras Finlandia habla del “desarrollo de los alumnos como seres humanos solidarios y miembros éticos y responsables de la sociedad”, en Islandia se pide que “la tolerancia, la ética cristiana y la cooperación democrática” presidan la actividad educativa. En Noruega, un país donde no existe separación entre iglesia y Estado, dicen que “los centros, en colaboración y de acuerdo con las familias, tratarán de dar a los alumnos una educación cristiana y moral”, dice aquel texto.

Así que, como se ve, en Europa se puede encontrar de todo, lo que quiere decir que la decisión política de cada país, no las recomendaciones del Consejo de Europa, es la que marca las diferencias. David Kerr, de la fundación británica para la investigación educativa y director de varios estudios internacionales sobre ciudadanía, manifestaba a este periódico en 2009 su extrañeza por los tintes del debate español, que él atribuía a la cultura del país, su historia y organización política y al “poderoso papel de la Iglesia católica”.

No hay que olvidar que la Conferencia Episcopal Española encabezó la rebelión contra Educación para la Ciudadanía, enarbolando sobre todo un enrevesado argumento sobre la utilización de la palabra “género” en lugar de “sexo” dentro de una materia que , en general, se proponía enseñar el respeto a la diversidad y el rechazo del racismo, la xenofobia o la homofobia; la igualdad entre hombres y mujeres, los derechos y deberes de los ciudadanos y las sociedades democráticas dentro de lo que marca la Constitución española y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La iglesia veía en la palabra “género” una mención a la homosexualidad vista desde la “ideología de género”: el sexo, es decir, ser varón o ser mujer, es suplantado por el género, algo que, dicen, puede ser cambiante, esto es, una elección.

Además, el principal argumento sobre la presunta voluntad de adoctrinamiento de la materia está en la parte del texto legal que dice que Ciudadanía debe dar las herramientas para que los alumnos puedan construir su propia “conciencia moral y cívica”. La cita textual es: “[…]que ayuden a los alumnos y alumnas a construirse una conciencia moral y cívica acorde con las sociedades democráticas, plurales, complejas y cambiantes en las que vivimos.[…] asumir de un modo crítico, reflexivo y progresivo el ejercicio de la libertad, de sus derechos y de sus deberes individuales y sociales en un clima de respeto hacia otras personas y otras posturas morales, políticas y religiosas diferentes de la propia”, dice la norma de Ciudadanía.

Sin embargo, la redacción de la asignatura de Ética que creó el Gobierno del Partido Popular en 2000 no despertó ningún rechazo, a pesar de tener una redacción prácticamente idéntica: “[…] ayudar de modo importante a los alumnos a la construcción de una conciencia moral y cívica acorde con las sociedades democráticas, plurales, complejas y cambiantes en las que vivimos.[…] ir asumiendo de modo crítico, reflexivo y progresivo el ejercicio auténtico de la libertad, de sus derechos y de sus deberes individuales y sociales en un clima de respeto y de tolerancia positiva hacia otras posturas morales, políticas y religiosas diferentes a las de su cultura original”.

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