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De Twitter a la horca

Hamza Kashgari es un periodista saudí de 23 años que vive desde hace dos semanas amenazado con la horca. No ha matado a nadie ni ha arengado a nadie a cometer ningún crimen. Simplemente, tuvo la infeliz idea de conversar imaginariamente con Mahoma a través de su cuenta en Twitter con motivo del aniversario del profeta el pasado 4 de febrero. Kashgari colgó en la red social cuatro tuits dirigidos a Mahoma en los que, entre otras cosas, decía: “He amado tu rebeldía. Siempre has sido una fuente de inspiración para mí”… “No me gustan los halos de divinidad en torno a ti. No debería rezar por ti”.

El aquelarre digital, al que han acudido como moscas los intolerantes, se organizó de inmediato. Miles de personas han pedido su cabeza. Un grupo en Facebook formado bajo el lema de El pueblo saudí reclama la ejecución de Hamza Kashgari cuenta con más de 20.000 miembros, lo que supone bastante más que los tuiteros que han firmado una petición para que se retiren todos los cargos por blasfemia contra Kashgari.

Kashgari, a quien las autoridades saudíes ya seguían por otros escritos críticos, intentó viajar a Nueva Zelanda, pero al hacer escala en Kuala Lumpur, las autoridades de Malasia, país de mayoría musulmana, lo pararon y lo deportaron a Arabia Saudí, allá donde los hombres no pueden dudar del profeta y las mujeres ni conducir ni salir solas a la calle. Según Human Rights Watch, está incomunicado.

Se espera que la fiscalía presente acusación contra él por “falta de respeto hacia Dios” y por “insultar al profeta”, cargos que pueden conllevar la pena de muerte, Aunque algunos activistas de derechos humanos creen que las autoridades saudíes no se atreverán a aplicar la pena capital una vez que el presidente del Parlamento Europeo, el socialista alemán Martin Schultz, ha pedido clemencia para él al rey Abdalá.

Utilizando la propia red social que le ha puesto en tal difícil situación, Hamza Kashgari ya había pedido perdón y se había excusado ante el profeta, pero también ante todos aquellos que se han podido sentir ofendidos, que son muchos. Así que puede que acabe por escapar de la horca y solo sea condenado a prisión, un castigo que también resultaría excesivo e injustificado.

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