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Sale Bergoglio, entra Arancedo

Cambios en la Conferencia Episcopal de Argentina

Los obispos eligieron a José María Arancedo, moderado y dialoguista, pero con la misma postura doctrinal de Jorge Bergoglio, quien no perderá influencia. No se esperan cambios en la relación de la Iglesia Católica con el Gobierno, aunque podría ser más fluida.

José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe, es el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Argentina por los próximos tres años y sucederá en ese cargo al cardenal Jorge Mario Bergoglio, que cumplió dos períodos al frente del Episcopado católico y estaba impedido estatutariamente de acceder a un nuevo mandato. Con la elección de Arancedo los obispos se aseguran al tope del máximo organismo de la Iglesia a un hombre de posiciones moderadas, estilo dialoguista, sencillo y abierto, pero en cuanto a lo doctrinal igualmente firme en sus posiciones que su antecesor y la mayoría de sus colegas. Los vicepresidentes serán Virginio Bressanelli (desde ayer nuevo obispo de Neuquén) y Mario Cargnello (arzobispo de Salta). La Secretaría General seguirá a cargo de Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires, reelecto en esa función.

Con la nueva conducción del Episcopado no habrá que esperar grandes cambios ni en las posturas públicas ni en su relación con el gobierno de la presidenta Cristina Fernández. La jerarquía católica seguirá insistiendo en su discurso acerca de la “defensa de la vida”, oponiéndose a cualquier iniciativa a favor de la eutanasia y de la interrupción voluntaria del embarazo. Para los obispos estos son temas “innegociables” también porque así se lo ha hecho saber el Vaticano a la jerarquía local. Argentina es uno de los países más reconocidamente católicos en América latina y en el mundo, y el avance de cualquier postura que entre en contradicción con la enseñanza eclesiástica católica es leído desde Roma como una derrota no sólo religiosa, sino política, simbólica e institucional. En el discurso eclesiástico tampoco faltarán los llamados de atención sobre temas sociales.

Es posible no obstante que, dada la personalidad de Arancedo, la relación con el gobierno nacional se haga más fluida. El arzobispo de Santa Fe es un hombre de trato muy fácil y de gran disponibilidad al diálogo. Lo anterior no debería leerse, sin embargo, como un cambio radical en el estilo actual de las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno que ambas partes insisten en calificar de “cordiales” y “correctas” en lo institucional, pero que no alcanzan para superar las diferencias planteadas tanto con la actual administración como la precedente de Néstor Kirchner. Entre las discrepancias se destacan las perspectivas divergentes respecto del obispado castrense y los capellanes militares. El obispado castrense se encuentra vacante desde que, en marzo de 2005, el ex presidente Néstor Kirchner le quitara por decreto el reconocimiento oficial al obispo Antonio Baseotto.

La integración de la Comisión Ejecutiva refleja por sí misma el equilibrio de tendencias dentro del Episcopado. Arancedo es un moderado sobre quien Bergoglio seguirá teniendo mucha influencia. Eguía, el secretario general, es un colaborador directo del cardenal de Buenos Aires. Virginio Bressanelli, el vicepresidente primero, se ubica dentro del ala más abierta y progresista del Episcopado, en tanto que Mario Cargnello será, en ese espacio, la voz cantante del ala conservadora.

Puede leerse en consecuencia que, sin menoscabar la autonomía de las nuevas autoridades, Bergoglio no perderá su influencia dentro del Episcopado. Por peso propio y reconocimiento de sus pares, por experiencia, pero también por su ubicación privilegiada como arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, el jesuita seguirá actuando como un hombre de consulta de la nueva conducción. Es cierto que en diciembre próximo, al cumplir 75 años de edad, Bergoglio deberá presentar su renuncia al gobierno pastoral de la arquidiócesis porteña porque así lo estipulan las leyes eclesiásticas. Sin embargo, es poco probable que esa renuncia sea aceptada por lo menos en forma inmediata por la Santa Sede, salvo que el propio interesado así lo solicite. No parece ser el caso. El cardenal de Buenos Aires está en plenas facultades físicas e intelectuales y en óptimas condiciones para seguir ejerciendo la conducción de la arquidiócesis. No se descarta tampoco que Bergoglio pueda tener otro destino y que asuma nuevas responsabilidades en la Iglesia Católica a nivel mundial.

Ayer mismo la asamblea episcopal resolvió las elecciones en sus puestos más claves. A la designación de los miembros de la Comisión Ejecutiva se sumaron los nombramientos de diez presidentes de otras tantas comisiones episcopales, lo que habla también de acuerdos previos y de facilidad para llegar a los consensos en las primeras votaciones. Entre los cargos más importantes vale destacar el de Jorge Lozano (obispo de Gualeguaychú) como nuevo presidente de Pastoral Social y de Oscar Ojea (coadjutor de San Isidro) como titular de Cáritas, en tanto que en Apostolado Laico y Pastoral de la Familia fue nombrado el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik. Este obispo, a quien le corresponderá una responsabilidad directa en temas que hoy son claves para la Iglesia, cuenta con gran respeto de sus pares, después de haberse desempeñado como secretario general del Celam (organismo continental de los obispos católicos), siendo actualmente vicepresidente del mismo organismo regional. En Educación Católica fue reelecto el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, y en Comunicación Social el arzobispo de Luján-Mercedes, Agustín Radrizzani.

La asamblea continuará reunida hasta el sábado próximo. En los días que siguen, los obispos completarán la nómina de las autoridades y de aquellos que formarán parte de las comisiones episcopales asesoras en cada tema. No debe descartarse que al final del encuentro se conozca algún pronunciamiento y que, como es habitual, las nuevas autoridades soliciten una entrevista con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

José María Arancedo es primo del fallecido Raúl Alfonsín.

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