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Dios: premisa teológica o intriga cósmica

Gracias a Dios, que Dios te ayude, si Dios nos da licencia, con el apoyo de Dios, son hoy frases muy recurrentes entre diversos sectores de la población con altos niveles educativos y de ingresos. Incluso, Dios está de moda entre nuestros gobernantes. “La creencia en Dios, no solo no ha aminorado con el avance de la cultura científica, sino que ha aumentado”, señala Federico Reyes Heroles en un ensayo titulado La educación como defensa de la vida. El autor apunta que “es justamente en los países con más alto nivel educativo donde se presenta una revaloración del Creador, sea éste lo que sea” (Reyes Heroles: 2006).

Sin embargo, debemos considerar que mientras Dios está de moda, la diversidad religiosa en el mundo crece y nos obliga a educar para convivir bajo la tolerancia debida que permita el respeto a la creencia distinta. Un mundo globalizado pondrá a prueba el dilema de los estados contemporáneos para procesar la pluralidad política, cultural y religiosa de los ciudadanos. Si bien, Dios está de moda, también es cierto que cada vez se observa una proliferación de los dioses y de quienes profesan su fe bajo muy diversas religiones. Ante esta moda y diversidad, fortalecer el Estado laico parece ser la salida para asegurar una convivencia armónica entre ciudadanos de diversas religiones que tienen muy de moda a Dios y exigen democracia, equidad y respeto a la diversidad.

Si consideramos que la mayor parte de las guerras del mundo se debe a la incomprensión entre religiones, a batallas inspiradas o supuestamente respaldadas a nombre de Dios, la tolerancia religiosa será uno de los grandes desafíos para nuestra civilización. Educar para vivir en la libertad de creer en lo que más le agrade a cada quien puede ser la clave respetarnos a pesar de nuestras grandes diferencias globales, o como dice Samuel P. Huntington, de inminente choque de civilizaciones. Cada individuo debe tener garantizado su derecho a creer en su Dios, a profesar su fe con entera libertad. Esta libertad será tan importante como el derecho a la propiedad privada para una democracia que pretenda preservar la paz social. Por ello debemos comenzar por educar para respetar a los demás, para revalorar las enormes ventajas que el laicismo representa para las instituciones públicas del Estado, donde tienen derecho a convivir los ciudadanos, cada quien con su Dios o sus creencias religiosas.

Tal vez estamos en tiempo de valorar que el sistema educativo dedique atención a las religiones como forma de convivencia social en la tolerancia. Si Dios está de moda, e incluso “son los astrónomos que otean, espían en las nebulosas o en las galaxias vecinas los que recuperan al Creador, ahora por la vía del asombro… Dios deja de ser una premisa teológica y se convierte en una intriga cósmica”, como lo concluye Reyes Heroles.

Fortalecer el laicismo en el gobierno y educar para entender y respetar otras religiones puede hacer que, ya que Dios está de moda, éste no sea el perfecto pretexto para atropellar los derechos de otros, que creen en otro Dios y que deben gozar de su libertad para hacerlo.

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