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El vicio de la masturbación y la disfunción homosexual

Los obispos valencianos han elaborado un programa titulado “Educar la sexualidad para el amor” dirigido a escolares  de entre 5 y 14 años. Algunas personas se preguntan si el voto de castidad les aporta experiencia y conocimiento. Otros cuestionan si esa sexualidad y amor sigue la línea de Marcial Maciel y tantos miles de religiosos pederestas.En ese sentido, resulta evidente que nadie como los obispos para enseñar e impartir ejemplo en estos temas. Los padres valencianos, por  tanto, pueden dormir tranquilos.

   Ese tesoro de sabiduría obispal se impartirá también en colegios concertados. El honrado Francisco Camps ya ha señalado que no va a realizar “ninguna valoración respecto al programa de educación afectivo-sexual del arzobispado”. Algo lógico pues la trayectoria de Camps, al igual que la de la Iglesia, siempre ha lucido los marchamos de la honestidad y la transparencia.

   El manual consta de varias unidades encaminadas  hacia la “formación del espíritu de niños y niñas” ya que muchos creen que es en esas edades cuando más peligran las almas ante las asechanzas del Diablo (también llamado Maligno, Satanás, Pedro Botero, Lucífer, etc).

   En la primera unidad se diserta sobre “La fertilidad humana: desarrollo y conocimiento”. Se circunscribe el sexo a un acto matrimonial cuya finalidad es procrear. Muchos opinan, siguiendo la Biblia, que lo contrario representa un pecado grave cuya consecuencia es el tormento eterno donde priman el llanto y crujir de dientes (Evangelio de San Mateo, capítulo 13, versículos 49 y 40). Los obispos no quieren que nadie vaya al infierno. Por eso comienzan su apostolado con los niños, claro está.

   En la segunda unidad se recuerda que la única familia es la tradicional, mientras  que las del mismo sexo constituyen una “disfuncionalidad”. Aunque—aseguran—la   homosexualidad puede vivirse en castidad y,tal vez, curarse.   De este modo, muchos culpables del “pecado de homosexualidad” evitarían ir al infierno lo cual, como ya hemos visto, es terrible.

    Y los obispos no inventan nada. Ellos solo cumplen su misión cristiana de alertar a las almas en peligro pues ya  dijo San Pablo en su primera epistola a los Corintios, (capítulo 6, versículos 9 y 10) que los homosexuales no heredarían el reino de Dios. Y vamos, no me vayan a decir que Pablo de Tarso era un mindundi porque por ahí no paso. Además, en otros lugares de la Biblia se califica a la homosexualidad como “abominación” (Levítico 18:22). Así que mucho cuidado con eso.

   La tercera unidad enhebra la aguja con el mismo hilo de la sexualidad (para salvación de almas, estímulo de buenos y advertencia a impíos) pues instruye sobre la necesidad de “esperar hasta el matrimonio para la primera vez”. En este sentido, los obispos han omitido que sería muy deseable un empleo de calidad y una vivienda asequible cuando esos niños hubieran alcanzado la edad adulta. Lo contrario demoraría peligrosamente esa “primera vez”.

   En la cuarta unidad, los obispos, separando el grano de la paja, hablan de  la masturbación. Y no se les va la mano a la hora de denunciar el onanismo como un “vicio” que “no respeta la dignidad humana”.

   Aunque los prelados han omitido algunas admoniciones pretéritas,como el peligro de conversión de los cerebros en agua o las enfermedades (todas ellas graves, invalidantes y degenerativas) que amenazaban al masturbante pertinaz, no por ello cejan en su advertencia de que para erradicar esta abominable práctica hay que tomar conciencia de su “adicción”.

    Pero, ojo, no está de más reiterar que la masturbación constituye un pecado grave y que esa clase de infracciones acarrean condenación eterna. El resto de  unidades  despliegan el saber centenario católico, arremetiendo contra la pornografía (otro pecado, y no venial precisamente), el “amor no sexuado” y los “motivos para vivir un noviazgo casto”.

   Todos estos preceptos, según la doctrina católica, persiguen la edificación del espíritu, el gozo del alma y la salvación eterna ya que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no están conforme a la carne, sino conforme al espíritu” (Epístola de San Pablo a los Romanos, capítulo 8, versículo 1). Bien entendido que “quien siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción, más el que siembra para el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna” (Gálatas 6:8)

    Por lo tanto, los obispos, cumpliendo con la doctrina católica y en lucha contra las tentaciones y pecados de la carne, han apostado por sembrar estas enseñanzas religiosas en las mentes de los niños.

   Nos encontramos en España, año 2011. Todas estas enseñanzas reciben  protección legal y, en gran parte, se sufragan con dinero del contribuyente, siempre escaso en lo referido a sanidad, seguridad ciudadana, dependencia,etc.

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