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2011 o cuando éramos valientes

2011 se caracterizó por ser un año lleno de levantamientos de un alcance y repercusión mundial cuyas principales expresiones fueron el Occupy Movement (en adelante OM), por un lado, y la Primavera Árabe (en adelante PA), por el otro. Ambos fenómenos partían de dos contextos sociopolíticos casi opuestos (democracia y autoritarismo), tuvieron dos epicentros históricos distintos (Islandia, 2008 y Turquía, 2010), y conformaron dos levantamientos históricos de naturaleza diferente (movimiento y revolución). Definitivamente, ambos fenómenos han de ser diferenciados por numerosas razones (de contexto, de forma, de contenido, de resultados). Sin embargo, los factores que tuvieron en común fueron clave para su emergencia y desarrollo,y su reacción en cadena se desató a partir de una misma petición: justicia, igualdad y participación ciudadana.

“Las apuestas fueron muy diversas y en lugares diferentes. En América del Norte y la mayor parte de Europa, no había dictadores, y a los disidentes no se les torturó. Sin embargo, cuando los tunecinos, egipcios o sirios ocupaban calles y plazas, se sabía que algunos de ellos serían golpeados o disparados. Los manifestantes en el Medio Oriente y el Norte de África estaban literalmente dando sus vidas por conseguir sistemas políticos que al menos se parecieran un poco a aquellos en los que los manifestantes protestaban por lo que consideraban una intolerable antidemocracia desde Madrid, Atenas, Londres y Nueva York. Creo que en otras partes del mundo -decía Frank Castro, de 53 años, que ayudó a ocupar Oakland, California- le echan más huevos que nosotros.” Kurt Andersen, Revista TIME.

mapa protestas mundiales

A pesar de su trascendencia, dos años después da la sensación de que su recuerdo se hubiese traspapelado entre los archivos de las hemerotecas, aún cuando la realidad social, política y económica dista, con mucho, de las peticiones que los motivaron. Incluso, desde entonces y en términos generales, parece que las consecuencias se han inclinado hacia un balance de resultados negativo: han emergido signos de creciente y profunda división social, las condiciones económicas han empeorado desde entonces y el cisma que divide a la sociedad de su autonomía para elegir sobre el futuro de su nación parece aún mayor.

Bien es cierto que se han producido logros a niveles locales, y que aún se mantienen activas centenares de plataformas de acción. Sin embargo su pérdida de refulgencia es evidente. ¿Qué ha sido de la euforia y el optimismo que acompañó a quienes exigieron en aquel momento libertad y justicia económica y social?

Las causas comunes y más relevantes de su erosión, merecen ser tenidas en cuenta:

1. La represión estatal. Para la PA, las mayores represiones tuvieron lugar en Siria, con un saldo de 80.000 fallecidos. Para el OM, en Estados Unidos a través de la manipulación mediática y una represión integral de las entidades estatales públicas y privadas más influyentes contra la disidencia (tales como colaboraciones de las más importantes entidades bancarias con el FBI), con el objeto de evitar que este movimiento se desplegara en la primera potencia mundial. Las represiones fueron generalizadas y favorecieron la fragmentación, la desvinculación y la sospecha.

2. La falta de alineación. Fue la magnitud, empoderamiento y espontaneidad de estos movimientos lo que paradójicamente favoreció su dispersión y falta de estrategias comunes. Sus objetivos se localizaron, se debilitaron. En el caso del OM florecieron las más variopintas visiones de la sociedad, formas diversas de organización que dieron el pistoletazo de salida a innumerables proyectos, algunos de ellos sin apenas nada en común. Hay que decir que a ésto contribuyeron intereses oportunistas de sindicatos y asociaciones, que favorecieron la desalineación de determinados colectivos redirigiéndolos hacia intereses más concretos. En cuanto a la PA, según diversas críticas, las peticiones estuvieron mucho más polarizadas: en unos países se pidió la libertad política, en otros un cambio de gobierno radical, mezclado a veces con peticiones de igualdad religiosa (numersos autores disciernen en analizar la PA en un único bloque). En conjunto, probablemente la peor consecuencia de estas desalineaciones pudo ser precisamente una desvinculación de levantamientos posteriores hacia el OM o la PA.

3. El control e indiferencia de los medios de comunicación. Además de su preexistente control político-oportunista, en 2011 se evidenció un silencio mediático que obstaculizó claramente lo que había supuesto una de las principales herramientas de retroalimentación para estos levantamientos. Esto obligó a tener que sobreponer esfuerzos para la retrasmisión de las realidades que en su momento se compartían, contribuyendo también a la disgregación de los movimientos y revoluciones, favoreciendo su debilitamiento, fragmentación y predisposición a desaparecer.

4. La falta de espacio político. Esta es otra de las razones del éxito de los levantamientos pero que, al igual que sucedió con los factores anteriores, acabó transformándose en una clara desventaja. La importancia de un espacio político para cualquier reivindicación es fundamental para poder generar un cambio factible que pueda implicar a todos los actores sociales. Pero la incapacidad de los levantamientos del 2011 para recuperar o mantener estos espacios (asamblearios o revolucionarios) revelaron una de las dificultades de los mismos para ganar tracción. Y es que la acción colectiva a partir de un espacio físico compartido es la manera en que históricamente los cambios sociales han emergido desde las bases de la sociedad.

Hoy la lucha quizá radica en definir la forma y la naturaleza de lo que debe considerarse democracia en el siglo XXI. La transición probablemente será larga y difícil, con muchos contratiempos en el proceso, aunque también inevitable al haber quedado latente tras momentos de trascendencia histórica como los de 2011, el año que entrevió nuevas posibilidades.

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