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UNAM: independencia y laicidad

Coinciden el bicentenario del inicio de la insurgencia y el centenario de nuestra Universidad Nacional. Veamos en ello un presagio estimulante. Hace 100 años, al refundarse en un auspicioso momento “marcado hondamente en los anales de la vida moral de México”, se delinearon sus grandes objetivos históricos.

En 1960, hace ya medio siglo, Jaime Torres Bodet recordaba ante la Asociación Internacional de Universidades, un párrafo memorable del discurso de Justo Sierra al inaugurarse la Universidad Nacional: “Nosotros no queremos que en el templo que se erige hoy se adore a una Atenea sin ojos para la humanidad y sin corazón para el pueblo”.

Y Vasconcelos, al llegar a la rectoría de la Universidad en 1920 —10 años después de su acto fundacional—, diría: “Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje para el pueblo”.

Dentro de seis días, el 22 de septiembre, se ajustará un siglo de la refundación de nuestra Universidad, primera fuerza generadora de luz crítica y racionalidad democrática que, en 1929 —al cabo de uno de los episodios más edificantes protagonizados por la juventud intelectual mexicana—, alcanzaría el alto rango de su autonomía frente a todos los poderes.

Es la nuestra una gran universidad cuya inteligencia nunca ha rehusado comprometerse con la acción y con la realidad. La atmósfera dentro de la cual sólo es posible una vida universitaria poderosa y creativa es la de la tolerancia. Justo Sierra lo dejó dicho desde 1910: “Un espíritu laico reina en nuestras escuelas”.

La UNAM es mucho más que una universidad. Es todo un sistema universitario, amplio y abarcador, cuyo objetivo principal es el de la transmisión y el renuevo de la cultura.

Dos son sus fuerzas rectoras: la de la libertad, sin más restricción que los legítimos derechos y libertades de los demás, y la de la verdad, no la revelada sino la investigada. Una es el impulso de la otra: al ejercer la libertad, la UNAM busca y encuentra la verdad, la verdad científica, la verdad filosófica, es decir, la verdad liberadora. Y esa verdad se recrea y se expande al amparo de un concepto de laicidad diseñado para garantizar el libre desarrollo de la investigación, del arte, de la cultura…

Los valores democráticos se encuentran bajo custodia y se multiplican merced al celo creador de la benemérita UNAM. Su más alta misión consiste en la universalidad de un saber laico y de una cultura laica puestos al servicio de la solidaridad social.

Y ello es y será posible si la UNAM ejerce con plenitud su autonomía y vive, independiente y serena, al margen de partidos y banderías, dogmas y oportunismos coyunturales.

A 200 años del arranque de nuestra insurgencia emancipadora, la centenaria Universidad Nacional —la UNAM de hoy— es baluarte de las conciencias libres y secularizadas. Es enérgica impulsora de un concepto dinámico y expansivo del principio universal de laicidad. Sin él sería impensable el futuro democrático del país.

Justo Sierra y Vasconcelos, Torres Bodet y Yáñez: arquitectos de la cultura mexicana moderna. Su poder creador y patriotismo democrático, su eficacia operatoria y auténtico conocimiento de México nos hacen falta en esta hora para salvar del naufragio a la educación nacional.

Consejero político nacional del PRI

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