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Católicos y laicos se enfrentan por la futura Ley de Libertad Religiosa

La sentencia europea que abogaba por retirar los crucifijos de las escuelas fue la primera muestra de malestar. La sociedad se dividió, aparentemente, entre los que suspiraban por quitar los símbolos religiosos de las paredes de edificios públicos y los que vieron entonces un ataque sin precedentes contra la fe católica. “No está entre los planes del Gobierno retirar los crucifijos de los colegios”, dijo entonces Zapatero, quien prefirió retrasar la polémica hasta la aprobación de la Ley de Libertad Religiosa.

Meses después, y con el borrador de esta nueva norma a punto de salir a la luz, laicos y católicos mantienen sus posturas iniciales. Los primeros apuestan por “una separación real de lo católico y lo civil”, apostando por la aconfesionalidad del Estado y porque cada uno viva sus convicciones de manera personal. Los segundos ven esta postura como un ataque a la propia libertad religiosa y señalan a la fe católica como una parte clave de la identidad europea de los últimos dos mil años.

UNA PREVISIÓN INTERMEDIA

Entre la defensa clara de los símbolos de la Iglesia y la lucha por la salida de la religión de la vida pública, las previsiones que barajan las diferentes asociaciones, plataformas y medios de comunicación, pasan por “ampliar los privilegios de la fe católica al resto de confesiones”, según explica el vicepresidente de Europa Laica, Manuel Navarro.

De esta manera, todos los colectivos apuestan por que la norma mejore los derechos de las confesiones más minoritarias en España, como la de evangélicos, musulmanes o judíos. Sin embargo, cuestiones como las sentencias a favor de retirar los crucifijos de las escuelas hacen que todos los sectores se mantengan a la espera de que la nueva norma amplíe las distancias entre lo civil y lo religioso, afianzando símbolos oficiales del Estado –como banderas o constituciones– y menos rastros de la fe católica en lugares públicos.

En este sentido, Europa Laica mantiene que la “religión debe desaparecer de la esfera pública” ya que según explica Manuel Navarro, estos símbolos “sirven de arsenal particular” y “discriminan a unos respecto a otros”.

Sin embargo, Navarro no se contenta con retirar crucifijos de hospitales, colegios o ayuntamientos y promulga la separación total del Estado y las distintas confesiones. En este sentido, Europa Laica apuesta por llevar la reforma a “otros aspectos de la vida cotidiana”, como es la presencia de autoridades públicas en celebraciones religiosas. “No es que un alcalde no pueda asistir a una procesión de Semana Santa”, explica ante la proximidad de estas fiestas, “pero no debería hacerlo en representación del ayuntamiento”.

“No tenemos planificada la supresión de estas manifestaciones de la fe”, mantiene Navarro, aunque señala que “deberían controlarse de una manera más eficiente”. Europa laica defiende también la eliminación de funerales de Estado confesionales o el juramento de los cargos oficiales, como los del Gobierno, sobre una Biblia.

No obstante, las reivindicaciones laicistas no solo se centran en símbolos y fiestas. Europa laica mantiene que para llevar a cabo la separación entre religión y Estado hay que eliminar el Concordato con la Santa Sede y la casilla de la Iglesia de la declaración de la renta. Sin embargo, las previsiones vuelven a decepcionar a este colectivo, que espera que el Gobierno se limite a extender este acuerdo a otras confesiones, en una búsqueda de la “multiconfesionalidad” que “justifique” seguir financiando las necesidades de católicos.

Con el fin de pedir la supresión del Concordato, Europa Laica presentará en las próximas semanas una campaña y una recogida de firmas para instar al Ejecutivo a eliminar esta financiación. Respecto a la casilla de la renta, Navarro mantiene que es un “ataque al principio de igualdad tributaria”, puesto que las personas que la marcan “reducen la aportación de sus impuestos al erario público”.

Mientras para los laicistas se queda escasa, para los católicos levanta muchas ampollas. En este sentido, el presidente de la Conferencia Episcopal Española ya señaló hace unos meses–cuando estalló el tema de los crucifijos– que con la retirada de los símbolos religiosos se privará “ a las familias y a los niños españoles de poder ver el signo más fundamental y característico de su fe, y de la fe que ha configurado su historia personal, la historia de sus familias y la historia de su pueblo”.

Por su parte, Jorge Villarino, de Congapa, mantiene esta es una polémica “estéril” y “sin sentido”. Así, mantiene que el escenario no es el de “un país progresista frente a una minoría católica” como, según Villarino, se comprobará en los próximos días “cuando todas las ciudades españolas estén repletas de cofradías celebrando la Semana Santa”.

“La realidad española es católica”, mantienen desde Congapa que señalan que esta “no es una preocupación de los españoles”, tan solo “una cortina de humo” para distraer la atención de los ciudadanos, que están preocupados que ven “el cierre de establecimientos o a sus amigos y familiares en el paro”.

“No se pueden negar 2.000 años de tradición”, señala Jorge Villarino desde Congapa, la asociación de padres de alumnos de colegios concertados. Este es el principal alegato de los católicos para mantener la asignatura de religión de los colegios, frente a las pretensiones de colectivos laicistas que ven en la eliminación de esta materia la única vía para llegar a la libertad e “igualar a todos”. Y es que si ambos bandos mantienen posturas diametralmente opuestas, es en la escuela donde se libra la principal batalla sobre la relación entre Estado y religión.

“No contamos con que vaya a pasar”, señala Santiago Lamelo desde Confapa – la asociación de padres que defiende la escuela pública y aconfesional– pero para este colectivo “la religión confesional, metida con calzador en la enseñanza, debería quedarse fuera”, relegada al “ámbito privado y a la catequesis”.

Una postura que para los padres de colegios concertados es “anecdótica y minoritaria”. Es más, Jorge Villarino señala que esta propuesta de los laicistas “va en contra de la propia cultura, que está alimentada en la fe católica”. De esta manera, Congapa compara esta medida, y todo lo referido a limitar la religión a un ámbito privado, a “la china comunista de Mao”. “Es absurdo plantearlo en este país”, sentencia.

La opción actual, en la que cada estudiante puede optar por la confesión que profese o por una alternativa, es la que más atrae a los católicos, aunque Villarino mantiene que la materia debería ser evaluable y contar en el curriculum igual que las demás. Lo mismo debería suceder con su alternativa, que debería ser “real”, puesto que Congapa mantiene que en la actualidad hay centros donde los niños que no optan por esta asignatura, tienen recreo; quedando “la religión como un castigo”.

Al margen de las alternativas, lo cierto es que, según señalan ambos bandos la presencia de otras confesiones en la enseñanza pública y concertada es “muy minoritaria”. “Hay algún instituto que ofrece otras religiones”, mantiene Lamelo, que destaca que entre éstas, la más común es la evangélica. Sin embargo, también “hay centros que ofrecen otras religiones, pero no especifican”, denuncia.

Para los laicistas, la opción más correcta en torno al futuro de la religión pasa por estudiar la parte en la que esta incide en “la propia cultura”. Así, el aspecto “cultural, social o histórico” de la misma podría formar parte del curriculum académico de los estudiantes como parte de otras materias “en las que viene a cuento”, como Historia o Filosofía. “No es necesaria una asignatura especial”, zanjan desde Europa Laica.

Modelo concertado

Las asociaciones laicistas coinciden además –en su defensa de la escuela pública– que el Gobierno “debería apostar por una enseñanza sin idearios ni doctrinas”, por lo que apuestan por “ir retirando poco a poco” los conciertos que se mantienen con los colegios concertados.

“Los mejores sistemas son los públicos”, mantiene Lamelo, que denuncia además que en algunos casos hay colegios concertados que no aplican la ley durante los procesos de matriculación o que no mantienen una alternativa a la materia de religión.

Europa Laica sigue una línea similar. “Ya han pasado muchos años para que el Estado tenga una red propia de escuelas verdaderamente públicas”, defiende Manuel Navarro, que cifra en unos 2.400 el número de escuelas concertadas de carácter religioso en España. Además, matiza que los centros concertados tienen un “ideario concreto”, que es impuesto a los alumnos, lo que para Europa Laica supone una “contradicción” con el hecho de ser financiado por dinero público.

Sin embargo, los católicos no lo ven tan claro. A este respecto, Villarino señala que se trata de un “razonamiento absurdo” y argumenta que el Gobierno debe cumplir la voluntad de la mayoría, que en España “es católica” y “no ataca a nadie”. “La religión no es un condicionamiento”, afirma, por lo que “nadie puede sentirse ofendido”.

Ante los ataques de los que abogan por eliminar esta materia, desde Congapa explican que “existen libertades consagradas en la Constitución”, donde se garantiza “la posibilidad de elegir”. “Es un laicismo mal entendido”, que busca “imponer un modelo único” en el que prima “la razón de dos personas contra la de un millón”. Y es que, para Villarino, esta polémica tiene “mucho ruido para pocas nueces”.

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