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Velos sí, crucifijos no

COMENTARIO: Los integristas católicos todo lo que no sea mantener sus privilegios lo consideran un ejercicio de cristofobia. ¿Quien les impide tener mil crucifijos en sus igleisas, casas,…? ¿Por qué tienen que marcar el espacio público las religiones? Si lo llenásemos de símbolos ideológicos ateos seguro que protestaban porque se atacaba su libertad de conciencia. Pero mientras sean ellos quienes la imponen, es cosa sagrada.
 

Las encuestas no le son favorables, el paro es elevado y ha llegado para quedarse por unos años; el déficit está disparado y los mercados internacionales comienzan a desconfiar de la solvencia y seriedad de España. Para colmo, los felipistas tratan de moverle la silla. Zapatero pasa por sus peores momentos. ¿Qué hacer? Sólo dispone de un par de ases en la manga: la ‘pacificación’ etarra y las reformas radicales que movilicen al electorado de izquierdas.

Éste es el entorno en el que cabe encuadrar las reformas previstas. En el último consejo de ministros de antes del verano Zapatero anunció para el segundo semestre de 2009 la Ley de Libertad Religiosa y la Ley de Igualdad de Trato. La primera pretende arrinconar la fe a las sacristías y sacarla del ámbito público; la segunda aspira a llevar al Código Penal todo signo de discriminación homosexual.

Cortinas de humo

Sin embargo, ambas cuestiones quedaron paralizadas. Así que la izquierda radical empezó a ponerse nerviosa. El portavoz socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, sugirió que la reforma de la Ley de Libertad Religiosa había quedado en el congelador. Pero la vicepresidenta De la Vega la descongeló anunciando que el proyecto del Gobierno sería presentado en el actual período de sesiones.

La desautorización de De la Vega a Alonso demuestra la división interna que despierta este nuevo ataque laicista del Gobierno. Para la ‘vice’ se trata de una cuestión personal: desquitarse de aquellos tiempos en los que mostraba sus virtudes piadosas en el colegio de las monjas del Jesús María de Claudina Thévenet. Pero hay más.

El portavoz del Observatorio de Libertad Religiosa, Pablo Molinero, rectifica sus previsiones: ya no considera que será el segundo trimestre cuando vea la luz la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, sino el primero. O sea, ya. “Para tapar la crisis, una cortina de humo”, señala. No obstante, los responsables de la Conferencia Episcopal para la Libertad Religiosa siguen sin tener en sus manos el borrador de reforma sobre el que trabajar.

¿En qué consistiría la reforma? Justicia guarda silencio, aunque según cree la laicista Europa Laica, la voz cantante la lleva Moncloa. Es decir, De la Vega. Aun desconociendo los detalles, probablemente la nueva normativa se podría resumir como “no a los crucifijos y sí a los velos”. Un ejercicio de ‘cristofobia’ más que de laicismo.

Una Iglesia de coros y danzas

El velo será aceptado en la esfera pública como signo de respeto de la libertad religiosa. En cuanto al crucifijo, la obsesión del Gobierno es retirarlo de la vida pública. Según Onda Cero, la nueva ley prohibirá a los funcionarios exponer públicamente signos religiosos al igual que los colegios públicos serán conminados a retirar los crucifijos ahí donde permanezcan, que son pocos. Se trata de arrinconar la fe al ámbito privado. Es lo que Munilla ha llamado el ‘modelo Batasuna’: “Una Iglesia de coros y danzas”.

“La neutralidad y la cooperación son medios para garantizar la efectividad del derecho a la libertad religiosa, un derecho fundamental, y no sólo en su dimensión interna, sino también en sus manifestaciones externas”, señala la catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado por la Universidad de Salamanca, Lourdes Ruano.

Y advierte: “Si es verdad lo publicado, se encorsetaría la libertad religiosa hasta asfixiar su libre desarrollo, por ejemplo al suprimir la asistencia religiosa en los hospitales y en cárceles”. Para Europa Laica -por el contrario- resulta el punto esencial: “No tiene sentido que haya sacerdotes con rango de funcionarios”, señala a ALBA su presidente, Francisco Delgado.

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