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Llega a España el debate sobre si el velo es una imposición sexista o un signo cultural

La sociedad española debe decidir si aborda la cuestión del velo sólo como una imposición religiosa o también como una forma de discriminación de la mujer

Un 36% de la población de Marruecos, Egipto, Líbano y Jordania considera que la mujer ha de llevar el velo tanto si quiere como si no. Es uno de los datos del último Informe de desarrollo de la mujer árabe que la ONU ha dado a conocer esta semana. Casi la mitad cree también que de ninguna manera debería la mujer tener derecho a viajar sola, pedir el divorcio o ser primera ministra. Aunque no siempre hay diferencias significativas, el porcentaje de hombres que piensan así es, obviamente, mayor al de mujeres. El velo también tiene detractores en esos países: un 12% cree que no debería usarse y un 50%, que sólo si la mujer está de acuerdo. Las objeciones, claro está, no son sólo de signo liberal y laicista. Para el movimiento feminista – que es ahí muy activo- el velo no es mera imposición cultural y/ o religiosa; es sexismo en estado puro. La cuestión es: ¿cómo se espera que respondan las democracias occidentales a esta realidad? El Gobierno español comienza ya a promover el debate con colectivos de inmigrantes sobre el uso de símbolos religiosos, como el velo, en los espacios públicos.

Fadela Amala, presidenta de la organización feminista francesa Ni Putes ni Soumises, se define como musulmana creyente, pero el velo no tiene para ella nada que ver con el Islam. "El feminismo musulmán existe, pero no podemos seguir un proceso de emancipación llevando en la cabeza herramientas de sumisión – afirma-. Francia resolvió el debate de la laicidad prohibiendo los signos religiosos en los centros educativos y públicos, pero no se trata de poner al mismo nivel la cruz y el velo: éste se ha convertido en signo de un proyecto de sumisión para las mujeres".

El debate sobre el velo en Europa sigue empañado por intereses ideológicos. Desde el 11-S, muchas mujeres se han visto presionadas a llevarlo a causa de la radicalización en las mezquitas. Por otro lado, las derechas conservadoras acusan a las tendencias laicistas de instrumentalizar el velo islámico en contra de la religión. La inmigración, por su parte, se ve amenazada por los grupos reacios a la multiculturalidad. Para acabar de condimentar el caldo, desde EE. UU. denuncian la xenofobia europea: "Detrás de afirmaciones de laicismo y del discurso progresista que se citan en el debate sobre el pañuelo en Europa se encuentra la actitud provinciana del ´no, en nuestro país no puedes´", dice la revista Time.

En medio de esta confusa vorágine que envuelve a la opinión pública – algunas chicas acuden hoy a la escuela con el hiyab a modo de bandana para protestar contra su sociedad y la europea-, la iraní Chahdort Djavann advertía en su libro Abajo el velo:"No se puede educar a las niñas a la sombra de un velo, con un espíritu de inferioridad, ni que la cultura sea una coartada de la religión, y la religión una coartada de la discriminación sexista".

Pero las comunidades musulmanas reaccionan al debate reclamando "respeto" a sus "signos de identidad". En España, sin ir más lejos, hay voces que plantean el debate como un asunto netamente religioso que enfrenta a quienes defienden el respeto a los símbolos como parte de la libertad religiosa y quienes abogan por un Estado laico donde lo religioso quede desterrado de la vida pública. El cortometraje Hiyab,del alicantino Xavi Sala, cosecha premios por su postura de tolerancia con el velo en la escuela, pero entre los argumentos que en él se esgrimen para disuadir a una alumna (véase texto adjunto), ninguno hace hincapié en el carácter sexista del velo. Con todo, la tolerancia en favor del relativismo cultural no es una estrategia para quienes luchan por la emancipación de la mujer musulmana y consideran el velo herramienta de opresión…

"Si en los países de acogida aceptamos el relativismo cultural, tendremos que aceptar prácticas arcaicas que oprimen a la mujer y Europa va a vivir una regresión respecto al estatus de la mujer", alertaba Fadela Amara en un reciente debate en el centro Francesca Bonnemaison de Barcelona. "En Francia se calculan unos 70.000 matrimonios forzados, y se sigue practicando la ablación y la poligamia. Hay que dejar claro que no es racista luchar por la emancipación de estas mujeres y decir no a las tradiciones que las oprimen", dice.

Pero apelar a la laicidad en la esfera pública no está dando los resultados esperados. "Cada vez que se multiplican los motivos para odiar a Occidente, las filas de mujeres veladas aumentan, lo que explica que la comunidad que se está volviendo a poner el velo es la de musulmanas inmigrantes que afirman así su identidad", señala la socióloga libanesa Dalal Visir en el diario londinense Al

Hayat.La deriva de intolerancia de la ministra holandesa de inmigración Rita Verdonk a cuenta del velo ha convencido a parte de su electorado de que no es una buena idea prohibirlo. Hay que dejarlas que vistan como quieran, al fin y al cabo es cultural, se dice en Amsterdam. Al otro lado del charco, una editorial en The Washington Post critica a Verdonk: "Atacar a la cultura musulmana no ayuda en modo alguno a disminuir la amenaza terrorista".

Salwa el Gharbi, del departamento de investigación cultural de la Unesco en Barcelona, explica a La Vanguardia de qué modo se ha instrumentalizado el velo. "Tanto desde el laicismo como al valorarlo como práctica religiosa", dice la también presidenta de la Associació de Dones Amazigues. El Gharbi considera que nadie tiene derecho a decirles a las mujeres musulmanas qué deben hacer. "La vestimenta, la higiene, la gastronomía, el trato con el otro… forman parte de una cultura; viene con ellas tras generaciones. En cambio aquí, en Occidente, se comparan dos planos distintos: islam y sociedad laica occidental".

En este sentido, El Gharbi denuncia una islamización de la inmigración marroquí en España y reivindica la definición histórica y geográfica de Marruecos que es amaziga, no árabe. "Cuando llegamos aquí no se nos deja escoger: sólo podemos ser musulmanes y a menudo practicantes. Si queremos hacer celebraciones de carácter cultural no es fácil, pues la administración las considera un capricho. Así se convierte a toda la comunidad en un referente religioso cuando en realidad el Islam es sólo un aspecto más en las sociedades de origen, casi sin poder. Es aquí donde se vuelve focal y eso condiciona la mentalidad de la gente".

Occidente, se lamenta El Gharbi, no reflexiona sobre los contrastes de medievalismo y modernidad de Marruecos. "La inmigración no es el problema, sino su gestión, la gestión de la diversidad. Lo importante son las políticas de integración. Aquí señalamos y tiramos pelotas fuera diciendo son ellos, nosotros somos laicistas, abiertos, modernos,pero si tenemos una política de exclusión social tendremos eso: fanatismo, enraizamiento identitario".

En cuanto al velo como una herramienta que convierte a la mujer en objeto sexual, El Gharbi considera que la burka sí la discrimina, la hace prisionera de su imagen y la vuelve objeto sexual desde un principio. "Tanto taparla como destaparla al extremo son formas de maltrato, pues al igual que la burka, que la anula totalmente y la convierte en fantasma, la desnudez de la mujer también puede ser una explotación de su cuerpo". En cambio el velo, dice, gusta a muchas mujeres: "Lo llevan por convicción".

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