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Hiyab sí, hiyab no

Túnez es un país cuyos habitantes originarios, de etnia beréber, fueron adoctrinados en la fe de Mahoma tras la invasión árabe. En consecuencia, Túnez tiene hoy como religión oficial el islamismo sunita, por más que exista una amplia libertad de culto con sectores judíos y cristianos de la población que no sufren impedimento alguno para celebrar de manera ostensible sus rituales

Sin embargo, sí que están vigentes en ese país ciertas prohibiciones relacionadas con la exhibición de creencias. Así, el Gobierno tunecino ha prohibido lucir el hiyab en la universidad, bajo pena de expulsión a la alumna que insista en ocultar su rostro.

Entre Pinto y Valdemoro, el primer ministro británico, Blair, ha planteado la necesidad de discutir si el hiyab es aceptable en las aulas, si bien deja la decisión en manos de las autoridades educativas. Tenemos, pues, que una de las prendas más conocidas y emblemáticas del islamismo es tratada con cuidadoso respeto en un país cristiano -Estados Unidos- cuya comunidad musulmana es muy minoritaria, anda bajo sospecha en el Reino Unido, anglicano pero con ciudades en los que los musulmanes forman ya un núcleo importante, y queda prohibida en un país de religión oficial islámica, por más que tienda al laicismo.

¿El mundo al revés? No: un reflejo perfecto de la forma muy diferente que existe a la hora de encarar los problemas políticos. Al régimen tunecino, de talante más bien autoritario, se le da una higa el pensamiento políticamente correcto, mientras que Washington, enfangado hasta las cejas en el cenagal iraquí -sin olvidarnos del afgano-, cuida con una exquisitez rayana en el melindre el no ofender en modo alguno a la minoría musulmana del interior del país.

Prohibir las creencias por decreto no suele dar muchos resultados. Francia lo intentó, aplicando el ideal republicano, y sigue teniendo muchos problemas con las niñas que, al no poder enfundarse el hiyab, en vez de ir a la escuela se quedan en casa. Pero escenificar la comedia de la cena de la Casa Blanca sólo es efectivo cuando el problema de la integración en realidad no existe. Si Túnez se muestra beligerante con los símbolos del fundamentalismo religioso es porque le asusta aquello que queda detrás de los partidos islamistas. No está en el velo, sino en el asalto al poder el temor del régimen tunecino. A ver si nosotros, de paso, nos enteramos.

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