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15 exorcistas frente al mal

En España hay una quincena de curas autorizados a hacer exorcismos, ocho en Madrid El demonólogo Fortea cree que la denuncia de Burgos puede acabar con esta práctica

Últimamente está alejado de la lucha contra Satanás, pero el padre José Antonio Fortea (Barbastro, 1968), sacerdote de Alcalá de Henares, sigue siendo una referencia en el universo de la demonología. Ocupado en terminar su tesis doctoral, que seguramente se convertirá en el libro de cabecera de los exorcistas, sigue con atención el caso de Burgos, conoce personalmente a Jesús Hernández Sahagún, el sacerdote que exorcizó a una chica menor de edad hasta 13 veces, y asegura que le «merece toda la confianza». También asegura que «la de exorcista es una vocación de riesgo» y que «una demanda judicial contra un exorcista sería la muerte de este ministerio». Hernández Sahagún es uno de los 15 exorcistas reconocidos por la Iglesia, ocho de ellos en Madrid.

Fortea asegura que se trata de «un hombre humilde, que nunca hace nada raro y que sólo ha pretendido ayudar». No duda, pues, de su dedicación y su buen hacer. Y eso que los exorcistas «no van a escuela alguna ni reciben una preparación especial».

Pero tampoco la necesitan. Según el padre Fortea, «a pesar de tratarse de una tarea muy delicada, lo único que se necesita para realizar bien un exorcismo es tener el nombramiento episcopal y hacerlo con sentido común. En el fondo, se trata únicamente de rezar sobre la persona poseída».

A su juicio, el exorcismo es un «derecho de los fieles», que deben ser atendidos, porque normalmente «nos llegan con problemas mentales o problemas demoníacos muy serios». Por eso, los exorcistas recomiendan a los posesos que sigan tomando su medicación psiquiátrica, porque muchos fármacos no se pueden dejar, y menos de golpe, y, además «en el fondo, lo que pretende el exorcista es que el psiquiatra certifique que la persona se ha curado».

El exorcismo se puede realizar sobre menores, como en el caso de Burgos que investiga ya la Justicia por la denuncia de los tíos de la joven, pero siempre con el consentimiento paterno y, además, sin obligar ni coaccionar al exorcizado. «Es cierto que se le puede inmovilizar, pero, cuando el poseso entra a la capilla, tiene que querer ser exorcizado, incluso si es menor de edad. Jamás se puede hacer un exorcismo a la fuerza. Él tiene que querer, sabe a lo que viene y eso, exactamente eso, es lo que quiere que se le haga. Jamás tendría éxito hecho contra su voluntad. Después, durante la sesión gritará y atacará. Pero a la semana siguiente volverá pidiendo otro exorcismo».

Según Fortea, «la única cosa física violenta que se puede hacer es inmovilizar a la persona, cuando quiere agredir o hacerse daño. Yo nunca ataba a los posesos y les daba libertad de movimiento salvo que fueran a hacerse daño a sí mismos o a los demás».

En cualquier caso, para el demonólogo español, la de exorcista es una «vocación de altísimo riesgo». Primero, por el desgaste psicológico y espiritual que conlleva, incluso a veces físico. Porque algunos casos se solucionan en una sesión, pero otros pueden durar meses y hasta años.

En segundo lugar, por la exposición mediática que suscita el tema del diablo y por las complicaciones judiciales y legales que los exorcismos pueden acarrear. De hecho, el de Burgos es el primer caso en que se judicializa un exorcismo realizado por un cura católico. «Cualquier psiquiatra puede aconsejar a la persona que está siendo exorcizada que ésas son ideas que los curas le han metido en la cabeza y que, por lo tanto, son culpables de su situación y debe denunciarlos», explica Fortea.

Reconoce que, hasta ahora, nunca había ocurrido. «No ha pasado en ningún país hasta ahora y, ante ese eventualidad, el cura pasará a ser el villano y llevará siempre las de perder. Y, como haya una condena civil, no se va a recuperar nunca el ministerio. Será su golpe de gracia».

FOTO: El padre Jesús Hernández Sahagún, que exorcizó 13 veces a una menor, celebrando una misa. YOUTUBE

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